Carlos II el hechizado y lo gótico
2015; University of North Carolina Press; Volume: 55; Issue: 1 Linguagem: Espanhol
10.1353/rmc.2015.0005
ISSN2165-7599
Autores Tópico(s)Historical and Literary Analyses
ResumoCarlos II el hechizado y lo gótico Jorge Avilés Diz Tradicionalmente, la literatura española y lo “gótico” han constituido un binomio terminológico inexistente dentro de la historiografía literaria española. La mayoría de los críticos han negado la existencia de la literatura gótica subrayando su categoría de subgénero (Ferreras 243) o vinculándola a las numerosas traducciones de novelas francesas e inglesas que aparecieron en España desde principios de siglo (Montesinos). En los últimos años, sin embargo, se ha despertado un inusitado interés en España por el estudio de la literatura gótica. Los recientes estudios de María Teresa Ramos Gómez (1988), David Roas (2006) y sobre todo el trabajo de Miriam López Santos, La novela gótica en España 1788–1833, han demostrado que el género gótico tuvo un amplio desarrollo en España. Gracias a la compleja situación sociopolítica del período de entresiglos, el género experimentó una evolución muy particular, enriqueciendo la fórmula clásica original con temas y motivos que le concedieron un carácter distintivo y único dentro del gótico decimonónico europeo. Esta situación dio como resultado un nada despreciable corpus de novelas que verían la luz desde finales del siglo xviii hasta la muerte de Fernando VII, momento en el que aparecen las obras más representativas del romanticismo subversivo. No olvidemos que la novela gótica nace a finales del siglo xviii en reacción al exacerbado énfasis ilustrado en la razón, que pretendía imponer el racionalismo como el único mecanismo posible para entender al hombre y su mundo. Por eso, en un momento de importantes cambios estéticos en la cosmovisión del ser humano ya ampliamente estudiados por Meyer Howard Abrams en su clásico estudio The Mirror and the Lamp, los escritores de novela gótica desafiaban la férrea preceptiva neoclásica al afirmar que hay elementos de la naturaleza y la existencia para los que la razón no tiene respuesta y que si la ofrece, no siempre es satisfactoria (Glendinning 102). Es el caso del tema de la muerte, central en las novelas góticas españolas y erradicado por completo de la literatura ilustrada española. Como nos recuerda [End Page 27] López Santos “la ideología dominante en el siglo xviii optó por poner entre paréntesis la realidad de morir, pues en su afán por el progreso absoluto y la sabiduría suprema no cabía problema necrofilosófico alguno” (“La oscuridad” 230). La conexión entre la estética gótica, su mensaje con la cosmovisión del romanticismo subversivo que se materializará en la década de los treinta del siglo xix comienza a tomar otra forma. Esa obsesión por la muerte y por todos los aspectos de la vida del hombre que escapan a nuestra compresión racional, es lo que constituye en el romanticismo la lucha del hombre contra la fatalidad, contra el destino adverso. Esa batalla, de imposible victoria, constituye lo que según Cardwell es la perfecta metáfora del diablo mundo, axioma central de la visión negativa del mundo en el romanticismo subversivo (562–63). Tomando en cuenta estos postulados, el propósito de este artículo es analizar una serie de elementos góticos en una de las obras más significativas de la dramaturgia de Gil y Zárate, Carlos II el hechizado (1837), prestando especial atención a sus fuentes más cercanas, y sobre todo a su engranaje y función dentro de la cosmovisión romántica de la obra del dramaturgo madrileño. Olvidada tras la fama que alcanzaron dramas como Macías (1834), Don Álvaro o la fuerza del sino (1835), o incluso Los amantes de Teruel (1837), Carlos II el hechizado fue una de las obras más destacadas de la productiva década de los treinta del siglo xix debido a sus repercusiones políticas y sociales. Este aspecto justifica su pervivencia en las tablas hasta finales de siglo, convertida en...
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