Artigo Revisado por pares

The Chiapas Rebellion: The Struggle for Land and Democracy

2000; Duke University Press; Volume: 80; Issue: 1 Linguagem: Espanhol

10.1215/00182168-80-1-193

ISSN

1527-1900

Autores

Adolfo Gilly,

Tópico(s)

Politics and Society in Latin America

Resumo

“The Zapatista rebellion can be seen as the last in a long cycle of popular demands for dignity, voice and autonomy” (p. 37). Esta primera y sobria conclusión del libro de Neil Harvey es una buena bienvenida y necesaria desmitificación de dicho movimiento, descripto por algunos como una “gran impostura” del subcomandante Marcos y por otros como el producto de una “conspiración” iniciada por un grupo de guerrilleros urbanos de los años setenta.Harvey es, desde hace tiempo, un reconocido investigador de los procesos sociales en el estado de Chiapas. The Chiapas Rebellion es el fruto maduro de una larga serie de estudios anteriores. Cuando se produjo la insurrección de EZLN en enero de 1994, nos dice Harvey que “the popular movements, including the peasant movements in Chiapas, had already created a democratic discourse through their insistence on respect for human rights, associated autonomy, and the unfulfilled promises of the Mexican Revolution. The Zapatistas were able to draw on both the diverse and often contradictory elements of this political discourse, but they were also to give them a new political meaning” (pp. 199–200). Para llegar a este punto, Harvey empieza por ubicar al movimiento, primero dentro de la prolongada historia de rebeliones campesinas e indígenas mexicanas desde la Colonia; y después dentro de un proceso de organización multiforme en Chiapas desde la mitad de los años setenta en adelante. En este proceso tuvieron un papel preponderante las organizaciones campesinas que luchaban por la tierra, por los créditos, por los precios de las cosechas. En ellas se formó una cultura de la organización y se educaron docenas de dirigentes sociales reconocidos por los campesinos. Esta moderna cultura de la organización se fue combinando con una antigua cultura de la rebelión. Ambas nutrieron al movimiento del EZLN y transformaron al pequeño grupo guerrillero urbano encabezando el subcomandante Marcos que entró a la Selva Lacandona hacia la mitad de los años ochenta.Al estudiar en detalle los movimientos de décadas más recientes (“forerunners of the EZLN,” dice Harvey) en tres áreas específicas de Chiapas: la Selva Lacandona, el municipio de Simojovel y el municipio de Venustiano Carranza. El autor concluye: “If there is one thing that these diverse struggles have in common it is their opposition to rural bossim, or caciquismo” (p. 36). Y agrega: “The roots of caciquismo are to be found in the concentration of political and economic power.” Esta es un caraterística del regimen político mexicano en su totalidad. Es por una de las razones de la repercusión nacional del movimiento.El libro de Harvey considera al estado no como un aparato o una maquinaria, sino como una relación entre gobernados y gobernantes. Muestra entonces cómo la forma protectora y paternalista en que se constituye históricamente esa relación en México, nutre a la vez la organización campesina y la rebelión. Los campesinos se organizan para pedir o exigir lo que el estado paternal les promete y les debe. Éste responde con concesiones, y entonces subordina a los dirigentes; o con represión, y entonces los lanza a la rebelión. La misma organización, y a veces los mismos dirigentes, puede servir para ambos fines.La organización campesina en México, demuestra Harvey, se conforma a lo largo de una relación de negociación/confrontación con los gobiernos. Esta relación es a menudo sangrienta: por ejemplo, in December 1987, “the Mexican Academy of Human Rights denounced an average of two politically motivated killings per month in Chiapas, since December 1982” (p. 160).Harvey también estudia en detalle la influencia de la Iglesia Católica, y en especial del obispo Samuel Ruíz, en las comunidades indígenas de Chiapas: ya desde 1968, “the catechists were no longer trained to simply take the Word of God and deliver it to the communities. Instead, they were to incarnate it within their cultural traditions and practical daily lives.… [They] were no longer restricted to religious matters and instead promoted discussion of economic and political issues in people’s daily lives” (p. 73). Esta actividad inspiró “new forms of political and economic organization that would eventually be absorbed by the EZLN” (p. 74). Por otra parte, según Harvey, el desarrollo de movimientos sociales y demográficos, como la colonización de la Selva Lacandona entre 1930 y 1970, “as a safety valve for land pressures elsewhere in the state” (p. 62), desencadenó dinámicos procesos desestabilizadores de largo alcance y se convirtió en una forma inédita de resistencia y relación con los gobiernos: “The migration of colonists to the Lacandon forest and their organization in community level cooperatives through the Catholic Church can be interpreted as the remaking of community and ethnic identity” (p. 66).De este modo, la identidad étnica no presupone tanto “the existence of pristine native traditions,” pero “the historical fact that communities have been restructured in the process of resistance and increasing involvement with ladino society” (p. 65). En esta insistencia en la dimensión histórica de las relaciones sociales y políticas, antes que en la dimensión mítica o solamente sociológica, reside buena parte de la fuerza de la argumentación de Harvey.La reforma neoliberal del estado mexicano, especialmente a partir del gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988–94), y el ingreso de México en el NAFTA (1994), fueron una catástrofe económica para los campesinos chiapanecos. “The relative protection of maize and beans production was finally subordinated to the imperatives of free trade. Despite opposition from all national peasant organizations, the two crops were included in the negotiations leading to NAFTA.… The rationale for NAFTA was that each country and region should produce goods and services in which they have comparative advantages. This argument implied that over 2 million small producers in Mexico could not continue to survive as maize producers. Average yields in Mexico are 1.7 tons per hectare, compared to 6.9 tons in the United States” (p. 181). La política económica del gobierno federal vino así a completar las condiciones para la rebelión de Chiapas.De su extenso estudio, Harvey concluye: “The Zapatista opening affected struggles in four main areas: the rights of Mexico’s indigenous peoples, democratization in Mexico, land reform in Chiapas, and women’s rights” (p. 200). En este último punto, importante para todas las mujeres de México, Harvey identifica tres factores significativos: la transformación del papel tradicional de las mujeres en los ejídos por la colonización; la incorporación de las mujeres en cooperativas de base en los sectores de agricultura y artesanía en San Cristobal; y la creación del EZLN (pp. 223–24). Finalmente, Harvey considera a la demanda de autonomía como una respuesta a la prolongada crisis del régimen estatal y a la extensión de la presencia de ejército mexicano y de violencia paramilitar en Chiapas: “The goal of indigenous autonomy can therefore be seen as a response to the crisis of the institutional sphere and the continuing absence of democratic guarantees in Chiapas” (p. 235).“One of the advantages of taking a historical approach is that it allows us to observe the evolution of peasant resistance over time,” concluye Harvey (p. 227). Esto debería también permitirnos no caer en la tentación de los mitos, la simplicidad de la improvisación política o periodística, o de muchos otros peligros absurdos. Para quien quiera aproximarse con seriedad al conflicto de Chiapas y al movimiento indígena y campesino de México, el libro de Harvey es de ahora en adelante indispensable.

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