El cuerpo del amor

2012; Spanish Agency for International Development Cooperation; Issue: 741 Linguagem: Espanhol

ISSN

0011-250X

Autores

Gustavo Martín Garzo,

Tópico(s)

Philosophical and Cultural Analysis

Resumo

Volvemos de Cantabria en coche y mis amigos se detienen junto al monasterio de la Trapa. Hay al borde de la carretera una pequena caseta que ofrece chocolate caliente y bombones a los conductores. Yo voy con mi perra y me quedo esperando. A nuestro lado hay otro coche con un anciano y un nino muy pequeno. Deben de ser abuelo y nieto, y esperan mientras los padres hacen sus compras. El nino es muy pequeno, un bebe, y el anciano lo tiene en sus brazos de una forma inexpresiva y rigida. Parece un nino cobijado por un arbol, una criatura que se ha desgajado de su tronco, de la misma forma que brotan las hojas o los pequenos frutos de sus ramas. Un lugar mineral, dando cobijo a un nido. Recuerdo, en mi infancia, el asedio constante a los nidos y las guaridas de los animales. Los nidos de los jilgueros, de las alondras, de los pajaros carpinteros, que los construian en el interior de los troncos; las guaridas de los conejos o los ratones, de los sacos donde los gatos escondian sus crias. Recuerdo los nidos flotantes de las fochas y las gallinitas de agua, entre los juncos; los de las perdices, en los campos de cereales. Era un mundo poblado de animales, sobre todo de pajaros. Los vencejos que sobrevolaban el cielo con sus vuelos rasantes y precisos, los estorninos moviendose como nubes de ceniza, las esquivas abubillas, las lejanas y reflexivas ciguenas, las elegantes golondrinas que construian sus nidos bajo los aleros de los tejados, utilizando barro y pequenos palos. Eran hermosas y graciles, y descendian en vuelos perfectos hasta tomar el agua del rio con el pico y en el pueblo nadie las mataba porque se decia que habian quitado las espinas a Jesus. La busqueda de los nidos tenia que ver con el deseo de asomarse a ese lugar oculto donde empezaba la vida. Los pequenos huevos eran delicados y perfectos, casi siempre moteados, para camuflarse mejor. No debian tocarse, pues se decia que entonces

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