La ménagère dans l'espace parisien au XIXe siècle
1980; Volume: 9; Issue: 1 Linguagem: Espanhol
10.3406/aru.1980.2078
ISSN2497-7098
Autores Tópico(s)French Urban and Social Studies
ResumoEl ama de casa en el espacio parisién en el siglo XIX. (Michelle Perrot, p.3-22) Las costumbres sociales de la ciudad se diferencian según las clases sociales, pero también según los sexos. Antes de la industrialización y hasta comienzos del siglo XIX, en París, había una extruc-turación bastante grande de los espacios masculinos y femeninos correspondientes a las tareas y a las representaciones de cada sexo. Mezcla de los lugares, indiferenciación del espacio público y del espacio privado, caracterizan el espacio urbano en el cual las mujeres están siempre presente. La segregación del espacio es relativamente poca : la fiestas en el cabaret, las obras de trabapos públicos, las manifestaciones populares de las crisis de subsistencias, o el jaleo entre los propietarios son, entre otros, lugares comunes a ambos sexos. El siglo XIX está marcado por la exclusión progresiva de las mujeres de un cierto número de lugares, cuyos agentes son las autoridades urbanas denunciando esta confusión y pretextando el embarazo por las transaciones económicas y el orden público. La hausmanisación es una de las expresiones más marcadas del movimiento hacia la especialización de los espacios diversificados y funcionaliza-dos. La retirada de la mujer real se sustituye de una cierta manera por la abundancia de las imágenes femeninas en la decoración urbana, doméstica y religiosa. El renacimiento del culto matrimonial llena las iglesias y las casas de representaciones de la virgen. El estatuario y la iconografía de la Tercera República, obsesionados por el rostro y el cuerpo femenino, adornan los edificios y las plazas públicas. Esta evolución se desarolló lentamente y la mujer del pueblo continuará presente en la ciudad del siglo XIX. El ama de casa circula en el espacio urbano en el que los puntos principales son : al comienzo la escalera, el «palier», los vecinos, el patio y las canillas de agua, sin estar de ninguna manera encerrada en el interior de la vivienda, donde están estrictamente asignadas las burguesas. Si algunos lugares están destinados específicamente al encuentro entre los sexos, como los bailes, la calle es un lugar de cambios y de informaciones. La función comerciante de la mujer dibuja una geografía particular, caracterizada por su ubicuidad, su instalación precaria (mostradores livianos, lecheras en el rincón de un portal, o una simple tela extendida por tierra, vendedora ambulante). Estas actividades de cambios se trasladan progresivamente a la tienda y a tugares específicos ; los mercados cubiertos. Las grandes tiendas nacen bajo el Segundo Imperio y constituyen nuevos espacios especialmente femeninos. Los equipamientos colectivos, hospitales, iglesias, guarderías, escuelas cementirios, son tanto punto de convergencia como lugares de educación de las mujeres : por el niño se educa a la madre. Este movimiento de especialización de los espacios femeninos es particularmente bien ilustrado por el lavadero. El se desarrolla en París tardíamente, a lo largo del siglo XIX : lavaderos flotantes y lavaderos de tierra firme. En el lavadero, lugar de cambio intenso de trabajo y de placer, se anuda la solidaridad y ayuda mutua femenina. Allí se actualizan las intenciones pedagógicas de la educación del pueblo a la limpieza y a la higiene. Las lavanderías públicas y los lavaderos victimas de la industrialización del blanqueado, es una experiencia histórica en la que puede leerse, al mismo tiempo que una práctica femenina del espacio y del tiempo, la manera por la cual han sido abolidos.
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