REPUBLICANISMO CLáSICO EN ESPAñA: LAS RAZONES DE UNA AUSENCIA
2005; Routledge; Volume: 6; Issue: 2 Linguagem: Espanhol
10.1080/14636200500142590
ISSN1469-9818
AutoresJosé Luís Villacañas Berlanga,
Tópico(s)Early Modern Spanish Literature
ResumoClick to increase image sizeClick to decrease image size Notes Cf. Villacañas, Histórica, y Chingola. Cf. Garin, Le traduzioni. Cf. Nederman y Tuve. Cf. Smalley. Cf. Celli y Occhipinti. Cf. para estos asuntos Benavent 2003. También se puede ver mi reseña de este libro en “Res Publica Hispana,” . De la misma temática se puede ver Guidi 1996. Cf. Machiavelli, Isorie Fiorentine; ver Raimondi; ulteriormente, Bock. Cf. Maquiavelo, “Discursus.” Cf. Fergurson. Cf. Rivera. Cf. Hancock. Cf. Walzer. Cf. Vögelin. Cf. Altusio. La Ética de Aristóteles llegó al círculo de Cartagena de la mano de Fernán Gómez de Guzmán, sobrino del autor de Generaciones y Semblanzas. Cartagena mantuvo correspondencia con Bruni sobre el prólogo de este texto (Marichal 33). El texto de la edición de Bruni y el comentario de Pedro Martínez de Osma, se podrá consultar en breve en la versión digital de la Biblioteca Saavedra Fajardo. Al parecer, este comentario sería prácticamente el mismo que el que luego publicó Roa a su nombre. Roa a pesar de todo era discípulo predilecto de Osma. Antes, Aristóteles ya debía haber sido explicado por Alonso de Madrigal (Roa 1502), quien formaba parte de la elite burgalesa en Salamanca. El converso Alfonso de Cartagena era también natural de Burgos. Desde luego, Roa era amigo y discípulo de Pedro de Osma y lo defendió en el concilio de Alcalá dedicado a juzgar su obra sobre la Confesión, en la víspera de la Inquisición. Castillo 19–24. Que el libro circuló mucho se puede ver por las abundantes copias que nos han quedado. La edición también contiene Guerra de Yugurtha, ff. 21r. Existen ejemplares en Chapel Hill (University of North Carolina); en Chicago (Newberry, Inc. f9511); en Londres (British Library, IB.52145); Madrid (Biblioteca Nacional, I 623); Manchester (John Rylands); Valencia (Universitaria). Sobre Salustio en España cf. Menéndez y Pelayo (1950 VIII: 1325; 1952 II: 2036). La traducción se debía ni más ni menos que al cronista de Enrique II, el canciller Pedro López de Ayala, aunque al parecer se basaba en la traducción del francés que pudo copiar en Avignon. Cf. Pastore. En efecto, las ediciones de los libros dedicados al arte de bien morir se suceden de forma continua desde antes que se tradujera el libro de Erasmo. Así en 1481 se produce la traducción del libro Arte de bien morir, que se editará en Zaragoza en 1489, en la casa de Pablo Horus. En el 1489 se editará impresa. En el 1493 se traduce al catalán en la misma casa Horus de Zaragoza y en Valencia se edita una segunda edición en 1497. Una obra de igual título –posiblemente la del canciller Gerson- se había traducido al castellano en un manuscrito inédito, en fecha de 7 de abril de 1478, con el título de Arte de bien morir, Biblioteca Nacional, ms. 6485. Otra traducción igualmente anónima se tiene en El Escorial, ms. h. III.8 (ff.132r–148v), ahora con el título de Tratado de arte y doctrina de bien morir. Todas estas obras están relacionadas con la obra de Gerson conocida como Opus tripartium (Parellada 14). En el cambio de siglo, se edita el libro de Rodrigo Fernández de Santaella, Arte de bien morir. Muy copiosa y devota para todo fiel cristiano, Sevilla, 1502, que no es sino la traducción de la obra del italiano Bartolomé de Maraschi, (Roma, 1473) Libro de la preparatione a la morte. Antes se había traducido el libro de Gerson, Del Menyspreu del món, (Valencia 1491), por parte del obispo Miguel Pérez. También Valencia vería la traducción de los cuatro volúmenes de la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia, más conocido como Los cuatro libros del Cartujano a cargo del editor Jordi Costilla, y traducción de Roig Corella en 1495ss. (Ferrando-Escartí 175, 167). Luego seguirían obra de Pedro de Covarrubias, Aparejo de bien morir, (Toledo, 1526) y las traducciones del libro de Erasmo Libro del aparejo que se debe hacer para bien morir, (Burgos: Juan de Junta, 1535); y después la edición de Bernardo Pérez de Chinchón, Apercibimiento de la muerte, (Valencia, 1535). La última obra de este estilo es la de Alejo Venegas, Agonía del tránsito de la muerte (Toledo, 1537). Cf. Villacañas, “La historia de un libro.” Cf. Villacañas, “Res publica o Imperio”. Cf. Villacañas, “Notas criticas”; Vallés Borras. El libro de Joseph Pérez sigue siendo el más amplio de esta época. Ahí se puede ver la evolución de la nobleza, que nunca se convierte en cortesana, de la pequeña nobleza, tan cercana a los letrados y a los hijosdalgo en la administración de los Reyes católicos, que rechazados por el nuevo monarca, se pasaron a las comunidades. (Pérez 54–59), la ponderación de la burguesía judía (61) que aceptó cubrir el vacío dejado por la traición de la burguesía castellana a sus propios oficios. La presencia de letrados en el Consejo real era abrumadora. (63) así como entre lo regidores, que se repartían los cargos con la pequeña nobleza (64–5). Como se puede ver, la base del movimiento comunero era internamente dual y llena de recelos mutuos, pues mientras una, la pequeña nobleza aspiraba a la patrimonialización de cargos, la otra, la burguesía implicaba una forma más inestable de movilidad social. Aunque Pérez no comparte la tesis del protagonismo de los conversos, desde luego no se puede negar la presencia “individual” (Pérez 504) de conversos en las filas de los comuneros y de los agermanados. Pero lo que no se puede negar en modo alguno fue que la propaganda real les hizo responsable de la guerra. “Todo el mal ha venido de los conversos”, dijo el almirante de Castilla el 7 de enero de 1521. Los inquisidores de Sevilla tienen la misma opinión. Con ello se divide la población entre cristianos viejos y labradores y aquellos que son los enemigos de siempre de los reyes católicos españoles. En relación con Valencia, tampoco ofrece duda. Cf. mi conclusión en Villacañas 2004b. Muchos agermanados fueron conversos. Uno de ellos fue el jurista Enric March, pariente de Lluís Vives y hombre influyente en el movimiento. La entrada de los conversos en el movimiento estuvo precedida de embajadas de estos hombres a Carlos quejándose del trato que recibían de la Inquisición. El rechazo de estas pretensiones determinaría el apoyo al movimiento. El mismo líder fundamental de la Germania, Joan Llorenç, fue converso. Un Vives, de nombre Daniel, fue un caudillo militar de la Germania y bajo tortura declaró su fe mosaica. El centro de reuniones de la Germania era el gremio de los argenters, los plateros, dominado por cristianos nuevos. Jaume Serra, su síndico, también judío, aseguró según declaración del jurista Monfort, que Carlos I jamás vendría a España y que el pueblo hermanado se haría con la potestad real. Además, Joan Andreu Strany, el amigo de Vives, estudiante de París como él, fue nombrado rector del Studi General el 15 de mayo de 1521, en plena fiebre del movimiento, lo que llevó a considerarlo afecto al movimiento y retirado del rectorado antes de que cumpliera su mandato. El entorno humano del que Vives procede es el entorno agermanado. De eso no cabe duda. ¿Hemos de suponer, entonces, que en nada pesara en el ánimo de Vives los inquietantes sucesos de su amada ciudad a la hora de escribir sus Declamaciones? Es humanamente inverosímil y teóricamente imposible. La cuestión de Pérez de si se hicieron comuneros porque eran conversos es, naturalmente, fallida. La cuestión es si podemos percibir a la manera de Weber afinidades electivas entre su esquema de vida social y cultural y el programa político que defendían. Bastaría con darnos cuenta de que en una sociedad cortesana e inquisitorial no podían desplegar su vida en libertad para mostrar que su horizonte histórico resultaba facilitado por el éxito del movimiento comunero-agermanado. Desde luego que no se puede llevar el asunto a la rivalidad de las razas. Los conversos, quizás por primera vez, deseaban ser hispanos. Resulta evidente que el fracaso del movimiento lo impidió. Cf. Ruiz Ibáñez. Cf. Rivera. Cf. Fernández Albadalejo. Fundadas expresamente en los antecedentes de la atribución de las comunidades a los conversos. Silíceo, el cardenal que definió el estatuto de pureza de sangre, dijo: “Todo el mundo sabe en España que la revuelta de las comunidades fue provocada por instigación de judeo-cristianos” (Pérez 504). Este estudio, que analiza el caso de Pedro Juan Núñez, es muy indicativo. Frente a la franqueza que mantuvieron los letrados en el siglo XV y primeras décadas del XVI, Núñez ya asume el motto de Diego Hurtado de Mendoza, “La personalidad continuamente oculta por la voluntad de no transparentarse”. Aquí vemos la clave de la ética cortesana de Gracián. Su biografía es muy interesante para ver la evolución del sentido del humanismo desde el inicial de la época de Valdés hasta la época de Felipe II, pasando por la época de Mencía de Mendoza y el Duque de Calabria. Esta evolución estaría marcada por la eliminación del nominalismo, que predisponía al calvinismo [es el caso de Pedro Galés, (Barbeito 44) por la reintroducción de Aristóteles en metafísica, la entrada de la contrarreforma con J. Ferruz y el paso a una mera filología sin contenido alguno que hizo del humanista un gramático (Gil 262). La carta de justificación de Núñez para irse de la universidad de Valencia es muy significativa: “y lo peor desto, que querrían que nadie se aficionasse a estas letras humanas, por los peligros, como ellos pretenden, que en ellas ay de, como emienda el humanista un lugar de Cicerón, assi enmendar uno de la escritura” (Barbeito 47). Cf. para esta evolución idem. 52ss].
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