Artigo Revisado por pares

La re-escritura de la novela romántica argentina del siglo XIX: de Lucio V. Mansilla a Florencia Bonelli en Indias blancas

2013; Routledge; Volume: 60; Issue: 3 Linguagem: Espanhol

10.1080/08831157.2013.784684

ISSN

1940-3216

Autores

María Cecilia Saenz-Roby,

Tópico(s)

Comparative Literary Analysis and Criticism

Resumo

Abstract Contemporary Latin American retro-foundational or neo-romantic narratives allow scholars to reanalyze the nineteenth century's hegemonic discourse. They also provide an opportunity to rethink how social classes, ethnicities, and genders interacted during the past. Argentinean writers are rewriting some novels by authors of previous eras to raise points about national identity and historiography. Indias blancas and Indias blancas: La vuelta del ranquel by Florencia Bonelli are based on Una excursión a los indios ranqueles by Lucio Victorio Mansilla. Mansilla's provocative and long forgotten novel was brought to a new life through the re-examination of the Conquest/s of the Desert, during which the native population of the Argentinean Pampa was gradually exterminated. Although Bonelli's work presents some similar scenarios and themes as Mansilla's novel, the two volumes of Indias blancas parody the époque representation of the virginal, flimsy, powerless, and self-denying Creole women and the vicious savages of the Pampas. In addition, the contemporary narrative satirizes the Creole's civility and paternalism toward the indigenous population, whose displacement benefited the latifundia (large estate) system in Argentina. Keywords: ArgentinaFlorencia BonelliConquista del desiertogéneroindios ranquelesLucio V. Mansillanarrativa retro-fundacionalneo-romanticismonovela románticaPampare-escritura Notes 1. Se utiliza en este trabajo esta denominación inspirada en la de “retro-Victorian novel” de Sally Shuttleworth. 2. Lucio Victorio Mansilla (Buenos Aires, 1831- París, 1913) es el primogénito de Agustina de Rosas, hermana de Juan Manuel de Rosas, y del Coronel federal Lucio Norberto Mansilla. Su hermana es la conocida escritora Eduarda Mansilla. Crece en el seno de una familia netamente federal y muy rica. Su posición política va a estar siempre afectada por ese pasado familiar y su parentesco directo con el dictador Juan Manuel de Rosas. Mansilla había recibido una educación privilegiada, viajado y leído extensamente. Sin embargo, este cultísimo personaje sentía un gran apego a la tradición criolla argentina y se destaca por su capacidad de reconocer lo bueno de los diferentes grupos étnicos. Como personaje de la Generación del 80, Mansilla rechaza “la profundidad filosófica iluminista y [critica] la rigidez ideológica de sus predecesores” (Pérez 19). Aunque propone y apoya a Sarmiento para llegar a la presidencia, no consigue el cargo político deseado y por el contrario, es enviado a la frontera del sur de Córdoba, lo que muestra la desconfianza y falta de aprecio que le tenía el sanjuanino y varios de sus correligionarios. 3. Una excursión a los indios ranqueles es un compendio de cartas escritas por Mansilla a su amigo Santiago Arcos, en las que le narra las historias que se cuentan alrededor del fogón, así como las experiencias vividas en esos dieciocho días que pasa viajando y en tierra adentro (Pérez 180–82). Este libro, difícil de clasificar por su excentricidad estilística, fue traducido al alemán, francés, inglés y al italiano. La narración de Mansilla muestra la ignorancia de todos aquellos que hablaron de la Pampa argentina sin conocerla. Agrega Pérez que la “realidad de tierra adentro desmiente la visión romántica (y sombría) de Echeverría en La cautiva” (Pérez 191). Esta obra de Mansilla recibió en 1875 el premio del Congreso Geográfico Internacional de París. 4. Mansilla contaba con muchos enemigos y termina siendo destituido por Sarmiento de su posición en la frontera por haber fusilado a un desertor sin juicio previo. Regresa a Buenos Aires y, sin ocupación ni sueldo, se dedica a escribir sin ataduras, como explica Popolizio (citado en Pérez 182). Su independencia se ve claramente en su crítica a los que se tildan de civilizados y líderes de la democracia, aunque no respeten las opiniones de sus gobernados. 5. Allí es donde Mansilla decide hacer nuevamente su voluntad y con un pequeño grupo de soldados y dos sacerdotes franciscanos parte hacia la tierra de los ranqueles a tramitar el tratado propuesto por Sarmiento con el cacique Mariano Rosas. Aunque Mansilla salió airoso de tal reunión, dicho tratado de paz y amistad nunca contó con la aprobación del Congreso y finalmente se sumó a los tantos esfuerzos en vano para lograr la convivencia entre ambos grupos y las muestras de falta de palabra de los gobernantes. Mansilla utiliza la conexión entre su tío Juan Manuel de Rosas y dicho cacique para conseguir su incursión a Leuvucó. El jefe ranquel había sido apresado a los nueve años en 1834 por el ejército de Juan Manuel de Rosas, según asegura el mismo Mansilla en su texto. Al enterarse Rosas de que uno de los jóvenes prisioneros en Santos Lugares era el hijo del gran jefe Painé, decide llevárselos a todos ellos en calidad de peones a su estancia “El Pino”. Allí le brinda especial educación y padrinazgo al hijo del cacique y le da un nombre cristiano, Mariano de Rosas. Pero mientras Mansilla aclara que Rosas era “padrino y progenitor postizo” (II, 5), en la novela de Bonelli se sugiere que Mariano era uno de los tantos hijos bastardos de Rosas, pues tenía sus mismos ojos azules y que a eso se debió la dedicación y predilección del supuesto padrino. Mansilla intenta esta arrojada e inusitada acción para conseguir la posición política que tanto esperaba de Sarmiento. 6. Los ranqueles eran araucanos que habían emigrado de Chile hacia Argentina y que se habían establecido entre los ríos Quinto y Colorado. 7. Muchos “caudillos unitarios […] habían pedido asilo a Painé [en realidad es Yanquetruz quien asila a Baigorria] mientras escapaban de la persecución encarnizada de Rosas y de la Mazorca”, como por ejemplo: Juan y Felipe Saá y el mestizo Coronel Baigorria (Bonelli, Indias blancas 190). Mansilla también señala que algunos afro-porteños buscaron el amparo de Mariano Rosas después de la caída de Juan Manuel de Rosas. El negro del acordeón le cuenta a Mansilla: “Yo soy federal. Cuando cayó nuestro padre Rozas, que nos dio la libertad a los negros, estaba de baja. Me hicieron veterano otra vez. Estuve en el Azul con el general Rivas. De allí me deserté y me vine para acá. Y no he de salir de aquí, hasta que no vuelva el Restaurador, que ha de ser pronto, porque don Juan Saá nos ha escrito que él lo va a mandar buscar. Yo he sido de los negros de Ravelo” (Mansilla II, 12). 8. Existen dos teorías que se utilizan comúnmente para explicar el título que se les dio a las campañas militares decimonónicas. Una hace referencia al clima árido y al bioma del semidesierto de la Patagonia argentina y la otra, es una postura etnocentrista adoptada por el gobierno de Buenos Aires que no reconocía ni al gaucho ni a los indígenas como población argentina. Consecuentemente, esa Argentina estaba despoblada por no contar con verdaderos ciudadanos argentinos que impulsaran el progreso nacional. En los discursos del General Roca se observa una clara inclinación por el uso del segundo sentido, como se discute en este trabajo. Sin embargo, él sólo utiliza una denominación que ya se había utilizado en la literatura y en las empresas militares de la década del 20 de Martín Rodríguez. 9. Mansilla señala que a pesar de que un “indio puede casarse con dos o más mujeres, generalmente no tienen más que una, porque casarse es un negocio serio, cuesta mucha plata” y agrega que “[s]ólo los caciques y los capitanejos tienen más de una mujer” (II, 26). En otras palabras, era una práctica menos común de lo que se creía. 10. En Indias blancas se sugiere que el cacique Mariano Rosas era hijo de Juan Manuel de Rosas y de la cacica Mariana, esposa de Painé. Mariano tiene el mismo color de ojos de su padre y su misma astucia, según la novela. Y “eso aseguraba la cacica Mariana, la madre de Mariano Rosas” (Bonelli, Indias blancas: La vuelta del ranquel 224). Este hecho no se sugiere en ningún momento en la obra de Mansilla. 11. Desde la aparición del “negro del acordión” en su narrativa, usando el apelativo del autor, Mansilla se incomoda. Esto ocurre no sólo porque no le gusta ni su canto ni su música, sino principalmente porque lo trata como a un igual. Este personaje se lo echa en cara y le dice que en la toldería todos eran iguales. Pero Mansilla, contrariamente a Mariano Rosas, desea mantener las jerarquías y rechaza de plano esa posibilidad, diciendo al final del segundo tomo que esa “bestia, verdaderamente negra” le “revolvía la bilis” (II, 43). Con el gaucho tiene una postura más tolerante que con el afro-argentino, aunque sumamente paternalista. Mansilla expresa que: “La raza de este ser desheredado que se llama Gaucho, digan lo que quieran, es excelente y como blanda cera, puede ser modelada para el bien; pero falta, triste es decirlo, la protección generosa, el cariño y la benevolencia. El hombre suele ser hijo del rigor, pero inclinado naturalmente al mal, hay que contrariar sus tendencias, despertando en él ideas nobles y elevadas, convenciéndonos de que más se hace con miel que con hiel” (Mansilla II, 34). En toda su narrativa se ve un claro intento de esconder su afiliación política ante sus superiores y la audiencia porteña al tratar al gaucho de bárbaro, pero sus actitudes con aquel gaucho malo llamado Rufino Pereira y con aquel prófugo de la justicia, el “lindo” Camargo, lo traicionan y lo llevan a cometer ciertas ambigüedades textuales. En otras palabras, parece ser que para Mansilla los únicos grupos que eran redimibles y podían llegar a ser incorporados a la civilización eran los nativos y los gauchos. Esto está totalmente revertido en Indias blancas con el personaje de la mulata María Pancha 12. Señala Montes de Oca que “Ernesto Tornquist, un accionista de los ingenios azucareros, era proveedor del ejército roquista, y gracias a ello fue designado como responsable de repartir a estos trabajadores esclavos” (124). Pigna agrega que “la sirvió para que entre 1876 y 1905, […] el Estado regalase o vendiese por moneditas 41.787.023 hectáreas a 1.843 terratenientes vinculados estrechamente por lazos económicos y/o familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período” (319). 13. El tratado de paz que habían firmado los ranqueles con Feliciano Chiclana en 1819 en Leuvucó se va a romper al poco tiempo con el ascenso del “gobernador -estanciero Martín Rodríguez [quien] lanzó [la primera] campaña al ” y la consecuente persecución del Coronel Federico Rauch, prusiano contratado por el presidente Bernardino Rivadavia en 1826, quien se caracteriza por sorprender a las poblaciones para aniquilarlas indiscriminadamente (Pigna 293–94). El historiador Montes de Oca explica que en 1833, Juan Manuel de Rosas ya había comenzado una amplia maniobra militar en conjunto con las provincias de San Luis, Córdoba, Santa Fe y Mendoza ayudado con tribus aliadas. Sus intenciones de dividir a las tribus para exterminar a los indígenas que no obedecieran las órdenes del poder central y llevaran a cabo malones, así como de incorporar las tres mil leguas cuadradas de tierras más productivas de la Pampa al control del gobierno porteño, quedan perfectamente claras en sus cartas. Los soldados de Rosas “habían matado a 3200 indígenas y hecho 1.200 prisioneros”, o sea que “fueron muchos más los muertos que los declarados por Julio A. Roca en el asalto contra las tolderías en 1879” (Montes de Oca 97). Esas tierras fueron repartidas durante su gobierno en 1838 a los terratenientes porteños (ídem). 14. Señala Montes de Oca que la expedición del general Francisco Vélez de 1879 había hallado las estancias de los chilenos Pray, Bulnes y Urréjola en el lado argentino. Allí engordaban el ganado robado a estancias argentinas y que luego era vendido en Chile. Por eso, “aún hoy en las academias militares argentinas se sigue estudiando la campaña de Roca como una lucha contra forasteros” (126). 15. Castelli en el Alto Perú y Belgrano en Misiones, reconocieron los derechos de libertad, propiedad y seguridad de los naturales. La declaración del último hablaba expresamente de la “igualdad absoluta entre criollos y naturales” (citado en Pigna 356). 16. El gobierno enviaba partidas que nunca llegaban a las tribus y que se robaban los encargados de llevárselas. El incumplimiento de los tratados llevó a los indígenas a llevar a cabo varios malones de los cuales se beneficiaban un grupo de blancos. El Coronel Barros denunciaba el abuso que se cometía contra los nativos. Por un lado, no recibían las provisiones enviadas por el gobierno, lo que los llevaba a la desesperación de robar o dejarse estafar por los inescrupulosos proveedores quienes intercambiaban productos de mala calidad por sus tejidos u otros efectos. Estanislao Zeballos agregaba que “feroces alzamientos de los indios fueron la justa represalia de grandes felonías de los cristianos, que los trataban como a bestias y los robabas como si fueran idiotas” (citado en Pigna 310). 17. Relata Mansilla que: “Al poco tiempo de estar Mariano Rosas en su tierra, su padrino, que no daba puntada sin nudo, viendo que el pájaro se le había escapado de la jaula, y que es bueno tener presente que quien cría cuervos se expone a que éstos le saquen los ojos, le mandó un regalo. Consistía en doscientas yeguas, cincuenta vacas y diez toros de un pelo, dos tropillas de overos negros con madrinas obscuras, un apero completo con muchas prendas de plata, algunas arrobas de yerba y azúcar, tabaco y papel, ropa fina, un uniforme de Coronel y muchas divisas coloradas. Con este regio presente iba una afectuosa misiva, que Mariano conserva, concebida más o iacute;: Mi querido ahijado: No crea usted que estoy enojado por su partida, aunque debió habérmelo prevenido para evitarme el disgusto de no saber qué se había hecho. Nada más natural que usted quisiera ver a sus padres, sin embargo que nunca me lo manifestó. Yo le habría ayudado en el viaje haciéndolo acompañar. Dígale a Painé que tengo mucho cariño por él, que le deseo todo bien, lo mismo que a sus capitanejos e indiadas. Reciba ese pequeño obsequio que es cuanto por ahora le puedo mandar. Ocurra a mí siempre que esté pobre. No olvide mis consejos porque son los de un padrino cariñoso, y que Dios le dé mucha salud y larga vida. Su afectísimo.—Juan Manuel de Rozas>. Post data: Cuando se desocupe, véngase a visitarme con algunos amigos.” (II, 5–6) 18. Esa cautiva mencionada en Mansilla parece haber inspirado el personaje de Blanca Montes en Indias blancas de Bonelli. 19. Explica Montes de Oca que Juan Manuel de Rosas había promovido “la adopción de una cultura agraria por parte de los nativos” para “alejarlos de la competencia que representaban en la explotación ganadera” (95). 20. Juan José Castelli y Manuel Belgrano habían declarado la igualdad de los indígenas y finalizado la obligación de pagar tributo y brindar servicios personales tanto en el Alto Perú como en la provincia de Misiones (Pigna 355). Consecuentemente, las élites criollas legalmente ya no se podían beneficiar gracias a este grupo. 21. Explica Casamiquela que fueron los “indios mansos” de Patagones los que participaron en la conquista del desierto bajo el comando del mayor Miguel Linares (Un nuevo panorama etnológico del área Pan-Pampeana y Patagónica adyacente 93).

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