Vecindad y diplomacia: Centroamérica en la política exterior mexicana, 1821 – 1988
2006; Duke University Press; Volume: 86; Issue: 2 Linguagem: Espanhol
10.1215/00182168-2005-029
ISSN1527-1900
Autores Tópico(s)Historical Studies in Latin America
ResumoEste libro tiene numerosas ventajas, entre las que se destacan dos. Primero, se presta importancia en forma global a Centroamérica, en la que tradicionalmente el gobierno de México ha seguido y secundado los intereses específicos estadounidenses. Segundo, constituye un esfuerzo bien logrado, aunque general, para comprender las relaciones exteriores dentro del contexto histórico posterior a la independencia política desde 1821 hasta 1988. Aunque este período nunca fue explicitado, esta obra se encuentra sólida-mente fundada en las evidencias documentales provenientes del archivo histórico “Gen-aro Estrada” adscrito a la Secretaría de Relaciones Exteriores, de modo que se privile-gian y se representan aquellas voces oficiales mexicanas, que por cierto resultan bastante inocuas respecto a una cada vez más compleja realidad de la región centroamericana, en particular durante la segunda mitad del siglo XX.Existe un marcado interés en describir pasajes cruciales a los que se han enfrentado los países involucrados, de modo que el énfasis temático concuerda con los asuntos conflictivos que han ocupado la atención de las autoridades diplomáticas y militares respectivas. Aunque los detalles no son excesivos, los cuatro capítulos puntualizan aquellas características generales de los principales procesos históricos con las correspondientes secuencias cronológicas. Pero nunca se abandona la perspectiva institucional, lo cual ha restado fuerza para que las explicaciones tengan mayor amplitud y estén mejor relacionadas. Tampoco se ofrecen aportes sustanciales y novedosos para una profunda comprensión del tejido político de una vecindad que fue asumida previamente y para la que no se explicitan consideraciones teóricas mínimas, tan pertinentes como necesarias. Habría que replantearse si con estas fuentes empleadas conviene estudiarse este prolongado período, en que participan actores tan heterogéneos como variados y con una todavía imprecisa concepción sobre cuáles han sido las funciones particulares de dicha vecindad entre México y Centroamérica.Es posible que para construir esta vecindad entre los distintos países se requiera de una precisa definición acerca de las aspiraciones de los gobiernos y de cuáles se llevaron a cabo, lo que estaría sujeto a cada cambio de administración. Además, estas dificultades serían sólo el comienzo, ya que habría que sumar nuevos y mayores problemas dentro y fuera de esta región tan turbulenta como vulnerable al vaivén internacional reciente. Sin embargo, los editores han asegurado que en el plano político, México se caracteriza como tibio, pasivo, “legalista, abstencionista, aislacionista” (p. 12 y 131) y con muy estrecho acierto y compromiso sobre lo que acontece en la realidad centroamericana. Algo similar se podría decir de algunos otros países involucrados, lo que implica que la pregunta de fondo prevalezca y requiera de un mayor desarrollo teórico y hasta de otras conjuntas investigaciones. Conviene explicitar, ¿cuáles intereses y qué razones? han activado las relaciones entre estos diferentes países durante un período específico.En el primer capítulo, tal vecindad resulta “difícil” desde el inicio, por existir serios y frecuentes estiras y encoges con respecto a la indefinición de las líneas fronterizas entre los países. Los gobiernos estuvieron ocupados en tales disputas territoriales y acudieron al arbitraje de las potencias del momento y hasta ofrecieron soluciones inauditas. Uno de los rasgos comunes de la vecindad diplomática entre el norte y el sur ha sido que durante los dos últimos siglos los políticos no han entendido con claridad lo que está ocurriendo. La primera evidencia apareció en la década de 1820, cuando uno de los mili-tares de México sometió a Centroamérica y percibió muy bien lo que sucedía, pues “llegó a conocer la capitanía mejor que cualquier otro político . . . [y] pronto estableció una estrecha relación con los Aycinena y su grupo, lo que le permitió convertirse en el puente ideal de comunicación entre los intereses económicos y políticos de la elite ‘chapina’ y el interés geoestratégico del Imperio Mexicano” (p. 41). Desde la década de 1930, uno de los descendientes de la más tiránica y durable dictadura de la América Latina entendió el idioma inglés y perpetuó el apellido Somoza como fiel respaldo a los intereses de los Estados Unidos en esta región.En el segundo capítulo, Chiapas, Soconusco y Belice encuentran reconocimiento entre los gobiernos de México, Guatemala e Inglaterra. El resto de Centroamérica se evaporó y solo se retoma cuando se pretendió reactivar por la fuerza la unión de dichos países. La omisión completa de la guerra contra los filibusteros constituye una laguna que impide ligar los conflictos entre los mismos gobiernos de la región y entre estos con las potencias rivales por construir el canal interoceánico. Los Estados Unidos e Inglaterra han tenido influencias decisivas sobre la realidad histórica de Centroamérica. Por su parte, la prolongada dictadura de Porfirio Díaz se refugió en sus fronteras y contempló el funesto juego entre “[e]stados débiles en sus relaciones con los más fuertes . . . [lo cual] lesionaba el sentimiento de dignidad y orgullo de los países centroamericanos” (p. 105).El tercer capítulo, “Entre revoluciones y dictaduras: Relaciones de bajo perfil,” demuestra la deplorable situación de vecindad y sintetiza un diplomático mexicano en 1907 al expresar que “pocos asuntos serán los que hay que tratar: los de trámite quedan a cargo del encargado de negocios y lo demás entiendo que es simple simpatía y cordiali-dad” (p. 147). Por tanto, las representaciones de dicho país en Centroamérica establecidas a finales de la década de 1910 sólo ostentaron rango de embajadas después de 1940. Nin-guno de los conflictos políticos internos ni de las agresiones militares represivas alter-aron a los países vecinos y solo registraron las escalofriantes invasiones masivas en sus sedes diplomáticas. Las dictaduras centroamericanas en el siglo XX fueron galardonadas por miles de desplazados o asilados, fusilados o masacrados. Sin embargo, aquellos “desa-parecidos” o invisibles a los ojos oficiales no fueron “objetos” dignos de atención ni de dedicación alguna. Con tan “bajo perfil”, uno se pregunta si aquellas relaciones exteri-ores podrían haber sido diferentes o si el problema clave está en las miopes percepciones institucionales.Por último, en el cuarto capítulo sobre la “diplomacia activa” no es fácil armonizar el contexto histórico regional con las fuertes influencias del norte y los violentos enfrentamientos este-oeste. Sin embargo, las relaciones exteriores constituyeron claros y fieles reflejos de la “Guerra Fría” que se tradujeron en numerosas guerras sucias durante la década de 1980 en Centroamérica. Este capítulo, con mayor tejido contextual, termina abruptamente y sin relacionar los alcances de los recientes procesos de paz y a favor de los derechos humanos. Con todo, los estudiosos de esta región, en especial los de las relaciones internacionales, pueden encontrar en este libro una herramienta óptima.
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