Artigo Revisado por pares

Sanjinés en las fauces del cine

2013; Volume: 26; Issue: 49-50 Linguagem: Espanhol

10.1353/ntc.2013.0014

ISSN

1940-9079

Autores

Diego Mondaca,

Tópico(s)

Spanish Culture and Identity

Resumo

Sanjinés en las fauces del cine Diego Mondaca Es gracias a Jorge, en un encuentro fortuito, que yo terminé en las fauces de la cinematografía. Tras una larga entrevista-conversación, el 21 diciembre del 2003, el director de las más destacadas piezas fílmicas bolivianas, me lanzó una pregunta que cambió mi vida, hasta estos días: ¿Y tú Diego, por qué no haces cine? En ese momento únicamente había visto tres o cuatro filmes del Grupo Ukamau, pero las recordaba con intensidad, sobre todo por la sensación de coraje y tenacidad que evocaron en mí. Cuando por primera vez vi El Coraje del Pueblo (1971), yo habré tenido 9 años de edad —sentía la angustia vivida en esos campos mineros y la cruenta masacre que desató el Ejército boliviano sobre el pueblo indefenso, lo recuerdo. En ese momento entendí la necesidad de ese hombre, aún anónimo para mí, de contar una historia dolorosa, y su angustia de “hacer conocer” la historia verdadera de la lucha del pueblo y su clamor. Esta sensación la conservo intacta. Ya de más grande pude asistir a Yawar Mallku (1969), La Nación Clandestina (1989) y Ukamau (1966), en ese orden. Comencé a reflexionar no sólo ante un lenguaje nuevo, el cinematográfico, que hasta hace muy poco me era completamente ajeno, sino que fundamentalmente pude construir, gracias a esos fragmentos que Jorge escogía, un imaginario de mi país —Bolivia—, y los momentos quizás mas cruciales de su historia contemporánea. Después de muchos años tuve un momento mágico, la fortuna de compartir el visionado de La Nación Clandestina (1989) junto con el director y un muy especial público: tres mujeres indígenas aymaras, quienes llegaron a la ciudad de La Paz para una marcha de protesta y Jorge las contactó e invitó a su casa. Las señoras, no mayores de 25 años, asistieron al filme con miradas firmes, sin moverse. Yo sólo las observaba veía sus reacciones ante un filme que Jorge había escrito y pensado para ellos, para el pueblo; sus reacciones eran sinceras y sencillas, de un diálogo fluído e íntegro con la historia que estaban viendo, reconociéndose y sufriendo con los avatares de la narración del filme: eran ellas ante su historia. Las señoras hablaban torpemente el castellano y su ventaja era que no tenían que leer subtitulados, como yo lo debía hacer. El filme estaba narrado en su lengua [End Page 51] y subtitulado en la mía. Pero la identificación de esas mujeres ante esa nación clandestina no era únicamente gracias al “idioma”, sino más bien por el sentido de integración que ellas mismas viven, como colectividad andina y la noción de tiempo cíclico, propia de su cultura —de nuestra cultura—, en sociedades en las que el indio piensa primero como grupo y después como individuo. A partir de esta fuerte experiencia vuelco todo mi interés en estudiar los filmes de Jorge. Fue un error. Me di cuenta, tiempo después, que para entender su trabajo primero debía entenderme a mí mismo en mi sociedad, situarme y entender sus dinámicas, comprometerme, involucrarme con mi cultura y con el legado histórico de los indígenas bolivianos, tan negados como idealizados. Las preocupaciones de Jorge y el Grupo Ukamau, sus reflexiones mayores, no están en los filmes, no se los logra ver sólo en la pantalla, es necesario explorar el origen, y ese origen demandaba revisiones y cuestionamientos profundos y constantes. La vida de las culturas andinas se concibe como un pacto con los demás, de los que se depende y a los que uno se debe. Sin entender los fundamentos filosóficos y vitales del pueblo indígena es imposible pretender la comunicación, que nada tiene que ver con el idioma, sino más bien con la manera de componer la realidad. Es así que, por ejemplo, Sebastián Mamani (protagonista de La Nación Clandestina), película que recurre...

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