De Pelayo a Belay : la batalla de Covadonga según los historiadores árabes
2011; Routledge; Volume: 88; Issue: 3 Linguagem: Espanhol
10.1080/14753820.2011.574357
ISSN1478-3428
Autores Tópico(s)Classical Studies and Legal History
ResumoClick to increase image sizeClick to decrease image size Notes 1Quisiera agradecer los comentarios y sugerencias de los lectores escogidos por el Bulletin of Spanish Studies para revisar este artículo, que han contribuido a mejorar considerablemente la calidad del manuscrito original. Me es obligado reconocer también la ayuda prestada por mi colega Cyrus Ali Zargar, sin cuya generosa colaboración no habría podido ofrecer aquí los títulos originales de las fuentes árabes consultadas. 2La versión oficial de esta leyenda se encuentra en la Crónica Albeldense y en las dos versiones de la Crónica de Alfonso III, la Rotense y la Ad Sebastianum, todas ellas escritas a finales del siglo IX. No es nuestro propósito examinar aquí la historia según las fuentes cristianas, que sería objeto de otro estudio aparte. 3En particular, véase Claudio Sánchez-Albornoz, En torno a los orígenes del feudalismo, ed. J. M. Gómez-Tabanera (Madrid: Istmo, 1993 [1a ed. 1942]); ‘Otra vez Guadalete y Covadonga’, Cuadernos de Historia de España, 1–2 (1944), 11–114; Investigaciones sobre historiografía hispana medieval: siglos VIII al XII (Buenos Aires: Instituto de Historia de España, 1967); y, cómo no, Orígenes de la nación española: el reino de Asturias, 2 vols (Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1972). 4En las crónicas cristianas, por ejemplo, aparecen como datos reales la reconquista de León por parte de Pelayo, su peregrinación a Tierra Santa, su participación en el traslado de reliquias de santos, o incluso el haber colaborado en la traslación del Arca Santa junto al obispo Juliano. Varios de estos datos todavía se aceptan hoy como reales. 5Pelayo el romano (o quizás el cristiano), en oposición a un posible origen godo. Para este artículo, transliteramos Pelayo como Belāy, pues así lo han hecho la mayoría de autores hasta el momento, aunque conviene indicar que Balāy sería una transliteración más correcta. 6Eduardo Saavedra, Pelayo: conferencia dada el 6 de febrero de 1906 en la Asociación de Conferencias de Madrid (Madrid: Tipografía Española, 1906), 27. 7Para la transliteración de los nombres árabes sigo el sistema utilizado por el International Journal of Middle East Studies . De nuevo me es obligado reconocer aquí la ayuda prestada por mi colega Cyrus Ali Zargar. 8Eduardo Saavedra, Estudio sobre la invasión de los árabes en España (Madrid: El Progreso Editorial, 1892), 141. 9De acuerdo con Joaquín González Echegaray, ‘La Nota de Cantabria del códice emilianense 39 y las citas medievales de Cantabria’, Altamira: Revista del Centro de Estudios Montañeses, 40 (1976–1977), 61–86: ‘es el propio Isidoro, también en su obra Etimologías, quien, al hablar del concepto de provincias, pone el ejemplo de Galicia, de la que forman parte Cantabria y Asturias: Regiones partes sunt [ … ] sicut in Gallaecia: Cantabria, Asturia (XIV, 6, 21). Además, podría suponerse que la cita de San Isidoro estuviera en relación con otra de Orosio que dice textualmente: Cantabri Asturesque Gallaeciae provinciae portio sunt (VI, 21, 2)’ (77). Para la división territorial de los árabes, véase la edición de Emilio Lafuente Alcántara, Ajbar maymu‘a. Colección de obras arábicas de historia y geografía que publica la Real Academia de la Historia (Madrid: Rivadeneyra, 1867): ‘algunas veces distinguen a los ástures y hablan especialmente de esta región, pero lo más general es entre ellos indicar con el nombre de Galicia toda esta parte, que constituía el reino cristiano en los primeros tiempos, así como llamaban Álava y las Castillas a lo que posteriormente formó el condado de Castilla, comprendiendo no sólo Castilla la Vieja, sino una gran parte de las provincias Vascongadas’ (253). 10Juan Gil, Crónicas asturianas (Oviedo: Servicio de Publicaciones de la Univ. de Oviedo, 1985), 39. 16Original latino y traducción en López Pereira, Crónica mozárabe de 754, 102–03. 11Claudio Sánchez-Albornoz, En torno a los orígenes del feudalismo, 24. 12Francisco Berganza, Antigüedades de España (Madrid: n.p., 1729), la llamó Crónica del pacense, ya que la suponía escrita por el obispo Isidoro de Pax Iulia (Badajoz). Así también la denominó Enrique Flórez, España sagrada: Theatro geográfico-histórico de la iglesia de España (Madrid: M. F. Rodríguez, 1747–1918). Siguiendo la edición de Jules Tailhan, Anonyme de Cordoue. Chronique rimée des derniers Rois de Tolède et de la conquête de l'Espagne par les Arabes (Paris: E. Leroux, 1885), se la conoció como Anónimo de Córdoba. Theodor Mommsen, Chronica minora saec. IV.V.VI.VII (Munich: Monumenta Germaniae Historica, 1981 [1a ed. 1892]), la rebautizó como la Continuatio Isidoriana Hispana, ya que según él esta crónica sería una continuación de la obra de San Isidoro. Finalmente, en la edición de Juan Gil Fernández, Corpvs Scriptorvm Mvzarabicorum (Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1973), aparece ya con el nombre de Chronica Mvzarabica. Consulto también la edición de José López Pereira, Crónica mozárabe de 754: edición crítica y traducción (Zaragoza: Logi, 1980). 13José López Pereira, Crónica mozárabe de 754, 17. 14Manuel C. Díaz y Díaz, De Isidoro al siglo XI: ocho estudios sobre la vida literaria peninsular (Barcelona: El Albir, 1976), 211. 15López Pereira, Crónica mozárabe de 754, 64–65. 17Juan Gil, ‘Para la edición de los textos visigodos y mozárabes’, Habis, 4 (1973), 189–234 (p. 230, n. 39); Jose María Escandón, Historia monumental del heroico rey Pelayo y sucesores en el trono cristiano de Asturias (Oviedo: Arpa, 2000 [1a ed. 1862]), 76. 18Joseph Pellicer de Ossau Salas y Tovar, Anales de la monarquía de España después de su pérdida (Madrid: n.p., 1681), 133, 151 y 157. 19Juan F. Masdeu, Historia crítica de España y de la cultura española, 20 vols (Madrid: A. de Sancha, 1793), XII, 52 y ss. 20Gil, ‘Para la edición de los textos visigodos y mozárabes’, 229. 21Justo Pérez de Urbel hace lo propio en Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal. España cristiana, comienzo de la reconquista (711–1038), ed. Ramón Menéndez Pidal, 65 vols (Madrid: Espasa-Calpe, 1956), VI, 29. Expresan idéntica idea Gil, ‘Para la edición de los textos visigodos y mozárabes’, 230; López Pereira, Crónica mozárabe de 754, 103, n. 38; o Luis A. García Moreno, ‘Covadonga, realidad y leyenda’, Boletín de la Real Academia de la Historia, 194:2 (1997), 353–80 (p. 375). 22Lucien Barrau-Dihigo, ‘Recherches sur l'histoire politique du royaume asturien (718–910)’, Revue Hispanique, 52:121 (1921), 206–308. 23Sánchez-Albornoz, Investigaciones, 194–95. 24En el original: ‘Ambiza semis cum quattuor annos principatum Spanie aucte retemtat. Qui et ipse cum gentes Francorum pugnas meditando et per directos Satrapes insequendo infeliciter certat. Furtivis vero obreptionibus per lacertorum cuneos nonnullas civitates et castella dimutilando, stimulat sicque vectigalia Christianis duplicata exagitans, fascibus honorum apud Spanias valde triumphat’ (ver Sánchez-Albornoz, Investigaciones, 195). 25Tailhan, Anonyme de Cordoue, 41, n. 3 (mi traducción del francés). 29 Ajbar maymu‘a, ed. Lafuente, 38–39. 26Lucien Barrau-Dihigo, Historia política del reino asturiano (718–910), trad. E. Fuentes (Oviedo: Biblioteca Histórica Asturiana, 1989), transcribe el título de esta obra como Akhbâr madjmoûa, y Ángel González Palencia, Historia de la literatura arábigo-española (Barcelona: Labor, 1945), como Ajbar machmúa. 27Según Claudio Sánchez-Albornoz, El Ajbar maymu‘a. Cuestiones historiográficas que suscita (Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras, 1944) esta crónica habría sido compuesta ‘en la cuarta o en la quinta década del siglo XI’ (38), pero esta fecha ha sido muy discutida. 28Barrau-Dihigo, Historia, 61. Según este autor, no hay duda de que la crónica ‘ignora cómo fue conquistada Galicia (o sea, el noroeste de la Península), y esta ignorancia sorprende, máxime cuando nos ha transmitido la narración de la conquista más digna de crédito’ (62). Con este dato está de acuerdo González Palencia, Historia, 146, para quien la crónica, de carácter serio y que descarta la mayor parte de leyendas incluidas en el resto de textos árabes, es la más completa en lo relativo a la venida de Taric. 30Luis Menéndez Pidal, La cueva de Covadonga: Santuario de Nuestra Señora la Virgen María (Madrid: Espasa-Calpe, 1956), 30, n. 5. 31 Ajbar maymu‘a, ed. Lafuente, 66. 32 Ajbar maymu‘a, ed. Lafuente, 230. 33Sánchez-Albornoz, En torno a los orígenes del feudalismo, 232. 39Penelas, La conquista de Al-Ándalus, 38. 34Mayte Penelas, La conquista de al-Ándalus (Madrid: CSIC, 2002), xviii. 35Luis Molina, Fatḥ al-Andalus (Madrid: CSIC, 1994), xxxi–xxxii. 36Sánchez-Albornoz, Investigaciones, 201. Véase también Sánchez-Albornoz, En torno a los orígenes del feudalismo, donde el autor añade que ‘no es imposible que su autor fuese de origen hispano. Que el Fatho al-Andalusí se escribió antes del 1106 resulta evidente, pues el autor llama Emir de los creyentes a Yúsuf ben Texufín, muerto en esa fecha’ (272). 37Ramón Menéndez Pidal, Floresta de leyendas heroicas españolas: Rodrigo, el último godo, 3 vols (Madrid: Espasa-Calpe, 1958), I, xl. 38Sánchez-Albornoz, En torno a los orígenes del feudalismo, 273. 40Sánchez-Albornoz, En torno a los orígenes del feudalismo, 277. 42Francisco Fernández González, Historias de al-Ándalus por Aben Adharí de Marruecos; traducidas directamente del arábigo y publicadas con notas y un estudio histórico-crítico (Granada: Francisco Ventura y Sabatel, 1860), 39–40. 41Sánchez-Albornoz, En torno a los orígenes del feudalismo, 35. 43El texto dice literalmente que de trescientos quedaron trescientos, pero es probablemente una errata por treinta, como se lee en el Akhbār Majmu‘a y en los relatos de Ibn ḥayyān y al-Rāzī. 44Pascual de Gayangos, A History of the Mohammedan Dynasties in Spain, extracted from the Nafhu-t-tíb min ghosni-l-andalusi-r-rattíb wa táríkh lisánu-d-dín ibni-l-khattíb, 2 vols (London: Oriental Translation Fund of Great Britain and Ireland, 1840–1843), I, 290 (mi traducción del inglés). 45En realidad la Muqaddima es el material de introducción a su historia general, Kitāb al-‘Ibar. 49Gayangos, A History, II, 34 (mi traducción del inglés). 46También entonces Kitāb al-Muqtabis fī Ta'rīkh al-Andalus. 47Penelas, La conquista de al-Ándalus, 55, n. 126. 48González Palencia, Historia, 153. 51Gayangos, A History, II, 35 (mi traducción del inglés). 50González Palencia, Historia, 176–77. 52Gayangos, A History, II, 260–61 (mi traducción del inglés). 53Su nombre completo era Shihāb al-Dīn Aḥmad ibn ‘Abd al-Wahhāb al-Bakrī al-Tamīmī al-qurashī al-Shāfi‘ī. 54El primero de ellos afirma, según la traducción de Edmond Fagnan, Annales du Maghreb et de l'Espagne (Algiers: Adolphe Jourdan, 1898), 48–49, que Musā ‘volvió de nuevo entonces sobre sus pasos, y se entrevistó con un mensajero que le enviaba el califa al-Walid con la orden de abandonar España y de venir a encontrarse con él; pero descontento de esta orden evitó responder al enviado y atacó al enemigo por otra parte distinta a la de la estatua, matando y pillando todo, destruyendo las iglesias y rompiendo las campanas. Llegó así hasta la roca de Belay [Pelayo], sobre el Océano [el original lee Mar verde], un lugar elevado cuya situación es fuerte’ (mi traducción del francés). Al-Nuwayrī, por su parte, repite exactamente la misma historia, afirmando que en el momento en el que el emisario del califa ordenó a Musā que regresase a Damasco, ‘Muza recibió mal esta orden, dio largas al embajador del califa y entretanto atacó a otras regiones enemigas, distintas de aquella de la estatua, matando a sus defensores, cautivando a sus habitantes, destruyendo las iglesias y quebrando sus campanas, hasta llegar a Sajra-Pelayo [Roca de Pelayo], situada sobre el Mar Verde [Océano Atlántico]’. Véase Mariano Gaspar Remiro, Historia de los musulmanes de España y África, 2 vols (Granada: Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 1917), II, 31. 55Recordemos que Ibn ‘Idharī se equivoca y lee ‘trescientos’ por ‘treinta’, pero es obvio que su fuente original se hacía eco de que el ejército de Pelayo quedó—literalmente—diezmado. 56Gayangos, A History, II, 260 (mi traducción del inglés). 57El marco genealógico y geográfico que precede a la Crónica sarracina de Pedro del Corral es muy probablemente una traducción castellana de la copia portuguesa de la Crónica do mouro Rasís. Su testimonio más completo es el que se conserva en la Crónica geral de Espanha de 1344 que mandó componer el conde de Barcelos, don Alfonso. De los manuscritos portugueses no se conserva ninguno, y todos los manuscritos castellanos son del siglo XV: MS Ca (Biblioteca de la Catedral de Toledo) Caj. 26, núm. 24; MS Es (Biblioteca de El Escorial X-i-12); MS Mo (Biblioteca Particular de María Brey Mariño, viuda de A. Rodríguez Moñino). Existe, no obstante, un manuscrito de la Biblioteca de Copenhague del siglo XV que conserva una Crónica del moro Rasís en apariencia completa. Véase el Apéndice: Manuscrito de Copenhague. Versión facticia e interpolada por Gabriel Rodríguez de Escabias. s. XVII, en Crónica general de España de 1344, ed. Diego Catalán Menéndez Pidal y María Soledad de Andrés (Madrid: Gredos, 1975), 285–376. A su vez, la Crónica do mouro Rasis en la que se basan las traducciones castellanas fue, de acuerdo con J. D. Fogelquist, una traducción portuguesa de la obra de al-Rāzī hecha por Gil Pérez, capellán de Pero Anes de Portel, a petición del Rey Dinis (Pedro del Corral, Crónica del rey don Rodrigo postrimero rey de los godos, ed. J. D. Fogelquist, 2 vols [Madrid: Castalia, 2001], I, 12). Pero ocurre que no se nos ha conservado ningún original árabe de al-Rāzī, ni tampoco de la versión portuguesa original, aunque André de Resende cita el original portugués varias veces a mediados del siglo XVI. 58Ibn Sa‘īd, Ibn al-Athīr y al-Nuwayrī sólo mencionan (f) la ‘roca de Pelayo’, e Ibn Khaldūn no ofrece dato alguno de interés. 59En oposición a los elementos sobrenaturales clasificados como magicus (asociados a la magia) o miraculosus (que necesitan de un elemento religioso-cristiano). Los primeros también están presentes en las crónicas árabes, sobre todo al relatar la conquista de Hispania. Los segundos son, generalmente, patrimonio de las crónicas cristianas; las mismas crónicas que han modificado el episodio de Covadonga (entre otros) para convertirlo en un milagro. Véase Jacques LeGoff, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval (Barcelona: Gedisa, 1985), 13.
Referência(s)