Artigo Revisado por pares

Los precedentes portugueses a los acuerdos hispano‐taínos y el valor de los pactos de guatiao

2004; Routledge; Volume: 13; Issue: 2 Linguagem: Espanhol

10.1080/1060916042000301520

ISSN

1466-1802

Autores

István Szászdi,

Tópico(s)

Archaeological and Historical Studies

Resumo

Click to increase image sizeClick to decrease image size Notes El autor trata de reconocer, en los ‘foedera’ romano‐visigodos, el antecedente de una larga tradición de asientos, cuya continuación fueron los tratados entre moros y cristianos durante la Edad Media hispana. En mi primer trabajo citado sugerí la posibilidad de que éstos últimos hubieran sido el precedente de los tratados antillanos de guatiao, cosa que en el presente consideramos una mera especulación. El encontrar un origen más remoto en el tiempo me parece muy difícil de demostrar. Los tratados entre pueblos conquistadores y conquistados han existido casi desde el inicio de la memoria histórica de la humanidad y han obedecido a una necesidad común: la paz y la coexistencia. ‘Y en cuanto que los dichos negros fueran así tomados por el Capitán fuera de la Ordenanza del Rey, éste, con todo, viéndoles en estos reinos holgó mucho con ellos. Especialmente porque algunos dellos acertaron ser hombres hidalgos y principales de la Casa del Rey, entre ellos, y de muy buena y natural descripción. A los cuales mandó luego vestir de paños muy finos, y así los mandó tratar y honrar de todos los de su Reino, y de la Corte con gran consideración … Y después que fueran durante algunos días bien informados, por la santa intención del Rey, para que fueran cristianos, que era el solo y principal fin para que fueran tomados, y así después con toda posibilidad les fueran mostradas y reveladas las cosas del Reino, y a manera de nuestra Fe y creencias, el Rey tuvo por bien que regresaran a su dicho Reino del Congo’ (Pina 1950, 150–51). ‘Amigos, yo tengo por cierto, que no hay otros hombres más osados, ni mejor conocedores del mundo que los blancos, y en la perfección de sus cosas lo veréis, y todo esto tienen porque como creen en el Dios verdadero, así éste les da sus cosas perfectas y de verdad; por lo cual en vos hago saber que desde mañana yo me quiero tornar cristiano y no me parece que por ello me queráis mal ni bien’ (Pina 1950, 159). ‘Bien sé que por vuestras lealtades mi voluntad tiene mucha parte en las vuestras, y las vuestras en la mía, especialmente en estas cosas en que hay tanto bien. Mas por ahora ningún otro hombre será cristiano más que yo y mi hijo (hablando por un niño que junto a él tenía) porque todavía no sé cómo el Rey, mi señor, lo tomará, el hacerme cristiano antes que él, aunque creo, que por ser su tío, y más viejo que él, y por estas cosas santas vinieren a sostener primero a mi casa, y no lo tendrá por mal, ni a mi hijo, y si otros más se convirtieren tendría razón de sentarle mal’ (Pina 1950, 159). ‘Señor, ¿cómo no soy vuestro hijo mayor? ¿Y por qué no heredaré primero también ese bien, pues soy el mayor, antes que el de vuestras tierras? Os pido que me dejéis ser cristiano también con vos’ (Pina 1950, 159). ‘Hijo, no recibas pena por eso, porque cuando el Rey, mi señor, fuera cristiano, y el Príncipe, su hijo, él por haceros merced, y a todos los otros, a todos dará licencia para ello’ (Pina 1950, 159). ‘DON MANUEL; porque así le dijeron que se llamaba el hermano de la Reina de Portugal, que era Duque; porque también él era Duque y era hermano de la Reina del Congo’ (Pina 1950, 160). Práctica que a mi modo de ver coincide con el sentido que tenía entre los taínos el intercambio de nombres al hacerse guatiaos, el de parecerse a la otra parte contratante. El Duque de Beja era hermano de la Reina doña Leonor, era el futuro Rey Afortunado, don Manuel de Portugal. ‘que so pena de muerte se sirviera, y se festejase el nombre y memoria del Rey de Portugal’ (Pina 1950, 164). ‘Viva el Rey y Señor del mundo, y Dios lo acreciente, pues es tan bueno y tan amigo del Rey, nuestro bien y señor’ (Pina 1950, 166). ‘haciendo muestras de querer en nombre del Rey meterlo en su alma’ (Pina 1950, 167). ‘Ciertamente el Rey, en que tanta nobleza, tanta bondad, y tanta virtud ha, éste solo es el Señor del Mundo, y merece serlo, en estas cosas lo comenzaréis a ver; porque a mí, que soy Rey de tantas extensas tierras, y que él no tiene menester de nada, solamente porque una sola vez se dio por mi amigo, sin lo haber merecido, ni poder nunca merecer, me socorrió, y mandó todo lo que le mandé pedir; y todo tan enteramente como veis, ¿qué hará por otros que más le sirven y podrán servir?’ (Pina 1950, 168). ‘Puesto que mi error, sin eso no se puede remediar, yo no quiero vivir más en él, y desde mañana en toda manera quiero ser cristiano, porque así me lo dice mi corazón, sin más tardar; y por eso doy orden a lo que en eso os cumple, y a mí no lo retraséis más, porque mi mujer, y mis hijos, y los más de mi reino después se harán cristianos’ (Pina 1950, 170). ‘por amor al Rey escogió su nombre, el de Juan, y llamóse Don Juan, y los otros nobles siendo al comienzo del oficio preguntados los nombres que querían tomar, dijeron que encargaban de eso a sus padrinos, que les diesen los nombres según tenían los hidalgos de la Casa del Rey de Portugal. Y el primero tomó el nombre de Don Francisco, y el segundo de Don Gonzalo, y el tercero Don Jorge, y el cuarto Don Lope, y el quinto Don Diego, y el sexto Don Rodrigo. Los cuales nobles con el Rey recibieron el agua del Santo Bautismo con mucha devoción y buena voluntad’ (Pina 1950, 171). ‘Verdaderamente ahora creo yo, Señor, cuánta merced tú, y nos contigo, tenemos recibida de Dios; y ya desde ahora sé que no hay otro bien, ni otra verdad si no es el ser cristiano; porque toda esta noche nunca me dejó una mujer muy hermosa, que con mucho placer me decía que te dijere que ahora eres con tu reino ganado; e diome por esto tan grande fuerza que ahora me enfrentaré contra ciento y no les tendré miedo; y ellos saben cierto que doblarás en todo tu grande poder’ (Pina 1950, 173). ‘Señor, de la misma manera me aconteció también con aquella misma mujer y yo tenía cuidado de lo contar como sueño; mas ahora creo que es verdad, porque no podíamos ambos soñar juntamente una cosa, y más al salir por la mañana de la casa hallé una cosa santa de piedra… está hecha como aquélla que los frailes tenían cuando nos hicieron cristianos’ (Pina 1950, 173–74). Sobre el itinerario colombino y su significado, véase a Szászdi Nagy (2000, 71–99). La realidad africana conocida, sirve como referencia de lo desconocido así sucedió en el Viaje de Descubrimiento. En la fantástica geografía colombina, incurre el genovés en un disparate sorprendente: ‘los monicongos,’ es decir los habitantes del Congo llamaban Cipango a la Isla Española, que los aruacos llamaban Haití. Así la lejana isla de Japón era identificada con la Antilla Mayor donde había establecido la primera colonia‐factoría europea en el Nuevo Mundo. Para un mejor conocimiento de otros establecimientos portugueses tempranos en África y su organización, véase a Santos (1987 Santos María Emilia 1987 Contactos e caminhos comerciais na costa da Mina durante as duas primeiras décadas do século XVI. En A abertura do mondo comp. Francisco Contente Domingues y Luís Filipe Barreto Lisboa: Editorial Presença [Google Scholar], 109–22). La Carta credencial iba dirigida al Can, sin duda. En el Sumario del Diario figura que el día domingo, 21 de octubre de 1492, el Almirante apuntó las siguientes reflexiones sobre lo que esperaba de aquellas islas que le descubrían sus pilotos indios: ‘y después partir para otra isla grande mucho, que creo que debe ser Cipango, según las señas que me dan estos indios que yo traigo, a lo cual ellos llaman Colba, y de esta isla otra que llaman Bosío, que también dicen que es muy grande … Más todavía tengo determinado de ir a la tierra firme y a la ciudad de Guisay y dar las cartas de Vuestras Altezas al Gran Can y pedir respuesta y venir con ella’ (Colón 1982, 44). Para el texto de las Cartas de Creencia dirigidas a reyes asiáticos, véase Pérez de Tudela (1994, 1:89). Aunque por esta circunstancia las hermanas de los caciques y sus mujeres principales tenían enorme peso en la sociedad taína, no podemos hablar de cacicas hasta la llegada de los cristianos, cuando éstos favorecieron y reconocieron por tales a esas naturales nobles, forzando el derecho indígena. Véase a Alegría (1984, 31). Tanto era así, que constaba que la sucesión era entre los caciques por vía matrilineal, que el consejero de los Reyes Católicos, y célebre jurista, el Dr. Palacios Rubios escribió por 1513 refiriéndose a los caciques aruacos isleños: ‘Habitaban muchos en una misma casa y tenían, a manera de matrimonio, una o varias mujeres, sobre todo los más importantes y poderosos, a que llamaban “caciques.” Antes de llevar a sus mujeres a habitar con ellos permitíanles tener trato carnal con el que quisieran, mas si luego practicaban tal costumbre, lo tenían muy a mal … A causa de estos adulterios y del trato femenino con muchos hombres no era posible tener certeza de la paternidad de los hijos; por lo cual la sucesión se hacía por las mujeres, sobre todo tratándose de las de aquéllos que tenían sobre los demás poder y jurisdicción’ (López de Palacios Rubios 1954 López de Palacios Rubios Juan 1954 De las Islas del mar Océano editado por Silvio Zavala y Agustín Millares Carlo, México: Fondo de Cultura Económica [Google Scholar], 9–10). He tomado en cuenta los testimonios etnohistóricos evitando los comentarios de los antropólogos de nuestra época, pues los taínos desaparecieron como grupo étnico hace 450 años, quedando su derecho sucesorio vulnerado muy tempranamente debido al contacto con los cristianos. Así se dio el proceso de los llamados ‘caciques blancos,’ prácticas que la Corona procedió a prohibir. Sólo podemos contar con la interpretación española de esa época, como fuente segura. En la Carta de Colón a Gabriel Sánchez y a Luis de Santángel, la cual gracias a la imprenta alcanzó enorme difusión en su época, el Almirante se jactaba de la ‘grande amistad con el Rey de aquella tierra, en tanto grado que se preçiaba de me llamar e tener por hermano’ (Szászdi León‐Borja 1991, 417–18). Al descubrirse el Libro Copiador, también allí en su versión de la dicha Carta se hace referencia al pacto de guatiao: ‘antes con mucha amistad del rrey de ay, el qual se preçiava de me llamar y tener por hermano; el qual todo amostrava de aver en la maior dicha del mundo … de manera que la gente que allá dexé es para sojudgar toda la ysla sin peligro’ (Colón 1989, 2:439). En su relación de 1494 Guillermo Coma, al hacer memoria del estado en que dejó Cristóbal Colón a Guacanagari en el Primer Viaje, escribió: ‘El Almirante, al partir había recomendado muy especialmente a los españoles al rey Goathanari y se había hecho muy amigo de él’ (Morales Padrón 1990, 191). Soy de opinión que era imposible que realmente Colón considerase que aquel pacto era entre reyes iguales. Resulta difícil imaginar un acuerdo entre los Reyes de Castilla, don Fernando y doña Ysabel, y el cacique Guacanagari. A pesar de la tesis sostenida por Ramos Gómez, no debemos olvidar que el rey taíno no era cristiano, era señor de gente desnuda y desarmada que habitaba en poblados de chozas de palmera, y que sobre todo, en la Carta de Descubrimiento se habla de amistad y hermandad del cacique con Colón y no se hace alusión a un tratado con los Reyes de Castilla y de Aragón. El cacique indio no era el señor de Marién, ni uno de los principales de la Isla como don Cristóbal Colón hizo creer. Para la opinión contraria, que no comparto, véase a Ramos Gómez (1994 Ramos Gómez Luis Javier 1994 Las relaciones sociopolíticas entre los españoles y los taínos en el primer momento de la colonización española de las Antillas (de octubre de 1492 a febrero de 1494). En Estudios de historia del derecho europeo, Homenaje al profesor Gonzalo, Martínez Díez Tomo 3, Madrid: Editorial Complutense [Google Scholar], 3:302). Sobre las preocupaciones de Colón respecto a una intervención portuguesa, consúltese a Szászdi Nagy y Szászdi León‐Borja (1997, 109–23). Obsérvese que el contenido ideológico del discurso del Visorrey está muy cercano al Requerimiento del doctor Palacios Rubios, y que ante la sospecha que los indios lo rechazaban los cristianos echaron mano a las armas. Consúltese, sobre el Requerimiento, Szászdi León‐Borja (2002, 111–35). Para un estudio detenido de la revisión de este acuerdo de guatiao, véase a Szászdi León‐Borja (1993 ——— 1993 Magia y cacicazgo. La proyección de la crisis castellano portuguesa de 1493 y la ejecución del tratado entre el Almirante y Guacanagarí Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia 45–48 39 59 [Google Scholar], 39–59). Guacanagari, según fray Bartolomé de las Casas, murió auxiliando al Virrey en la conquista de la Isla Española durante el Segundo Viaje. La personalidad de este Contino del Almirante siempre ha llamado la atención de los historiadores. Hombre de inteligencia y de acción, amante de los buenos libros, nos despierta multitud de interrogantes. Sabemos que aprendió el oficio en la Corte, pues su padre fue Garci Méndez de Zamora, Contino del rey Enrique IV de Castilla y servidor de su hija, doña Juana de Castilla, en su exilio portugués. Fue criado del noble exiliado portugués, el inquieto Conde de Penamacor (Vigneras 1969 Vigneras, LA. 1969. Diego Méndez, secrétaire de Christophe Colombe et le Comte de Penamacor. Bulletin des Études Portugaises, 30: 39–47. [Google Scholar], 39–47; Gil y Varela 1984 Gil, Juan y Consuelo Varela eds 1984 Cartas de particulares a Colón y relaciones coetáneas Madrid: Alianza [Google Scholar], 333). Aunque Méndez se llama a sí mismo castellano posiblemente naciera o se criara en el reino de Portugal. Por su categoría, pues no se trataba de cualquier criado sino de un hombre experimentado criado en la Corte de Portugal, y por tanto con interesantes relaciones personales a un lado y otro de la frontera, le debió tomar por Contino el Conde de Penamacor, primero, y el Almirante de las Yndias, después. Para los Continos del Almirante de las Yndias, véase Szászdi León‐Borja (2000 ——— 2000 Los Continos de don Cristóbal Colón Espacio, Tiempo y Forma. Revista de la Facultad de Geografía e Historia. Historia Medieval Serie III 13 397 420 [Google Scholar], 397–420). Aomaquique, en el emplazamiento de la posterior Spanish Wood era la tierra de Ameyro, como Aguacadiba lo era de Huareo (Morales Padrón 1952 Morales Padrón Francisco 1952 Jamaica española Sevilla: Escuela de Estudios Hispano‐Americanos [Google Scholar], 29). Me consta la existencia —aunque rara— del intercambio de nombres fuera del mundo antillano, donde aruacos como caribes lo tenían por costumbre al celebrar sus alianzas. Sólo la conozco atribuida a los reyes maoríes que concertaban hermanamientos entre ellos. El Almirante intentaba evitar el repetir los mismos errores del Viaje de Descubrimiento en suelo jamaiquino: ‘Para socorrernos de vituallas, quiso Nuestro Señor llevarnos a aquella isla, abundante de bastimentos y muy poblada de indios, deseosos de rescatar con nosotros, por lo que venían de todas partes a traernos cuanto tenían. Por esto, y para que los cristianos no se desbandasen por la isla, quiso el Almirante fortificarse en el mar y no habitar en tierra; porque siendo nosotros, por naturaleza descomedidos, ningún castigo ni precepto bastarían a tener tan quieta la gente que no fuese a correr los lugares y casas de los indios, para quitarles lo que habían adquirido, y también ofendiesen a sus hijos y mujeres, de donde nacerían muchas contiendas y tumultuos, y resultaría hacerlos enemigos; de quitarles por fuerza los bastimentos, se padecería entre nosotros gran necesidad y trabajo.’ Para esto el Almirante dio ordenanza, como lo hace entender don Hernando al decir: ‘No sucedió así, porque la gente residía en las naves, de donde nadie podía salir sin licencia y dejando su nombre anotado’ (Colón 1984, 329). Inés, nombre que se le dio a la madre del cacique Agüeybaná, era el nombre de la legítima esposa de Juan Ponce. Queda recogida la voz ‘guatiao’ en el vocabulario por medio de sus derivados, las voces ‘cuate,’ ‘guateque,’ o en el folclor cubano, por ejemplo, en la llamada ‘comida del guatao.’ Additional informationNotes on contributorsIstván Szászdi Profesor Asociado de Historia del Derecho, Universidad de Valladolid, Spain. Profesor Asociado de Historia del Derecho, Universidad de Valladolid, Spain.

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