Artigo Revisado por pares

La educación de una novicia capuchina

2014; University of North Carolina at Chapel Hill; Volume: 171; Issue: 1 Linguagem: Espanhol

10.1353/hsf.2014.0042

ISSN

2165-6185

Autores

Asunción Lavrín,

Tópico(s)

Historical Studies in Latin America

Resumo

La educación de una novicia capuchina Asunción Lavrin A pesar del gran interés que existe hoy en día por los escritos de religiosas hispanoamericanas y el estudio de la vida conventual, uno de sus aspectos menos estudiados es el del período del noviciado. Este período se extiende desde la entrada de la novicia en el convento y la toma del velo blanco hasta su profesión oficial, cuando se convierte en la esposa de Cristo y se hace merecedora del velo negro que la distinguirá para siempre como tal. El noviciado tomaba al menos un año, tras el cual la comunidad decidía si la novicia había demostrado las condiciones requeridas por su maestra para incorporarse al convento de por vida. Este período tuvo que haber infundido un gran temor en las aspirantes a religiosas. La mayoría de ellas eran usualmente jóvenes entre 15 y 20 años que habían vivido una vida piadosa y retirada en sus hogares y su traslado al convento como novicias significaba la primera vez que salían del seno de los mismos para someterse a una prueba tan importante de su carácter. Desde luego hubo muchas jóvenes acostumbradas a una vida conventual – aquellas que se habían criado desde niñas dentro del claustro. Sin embargo, aun su familiaridad espacial y social con el convento y su rutina diaria no restaría importancia al noviciado como preámbulo de la profesión religiosa. Las religiosas de la orden capuchina, cuyo Directorio es el objeto de este estudio, no aceptaban niñas educandas. Este documento asumía, correctamente, que la novedad del noviciado implicaba un verdadero desarraigo de la vida hogareña.1 Varios autores eclesiásticos tomaron la pluma para ayudar a las novicias de varias órdenes a comprender sus nuevas obligaciones y prepararlas para la vida religiosa. Asumían que en ese proceso los directores espirituales tendrían una gran influencia. En el siglo XVII novohispano el jesuita Antonio Núñez de Miranda (1618-1695), bien conocido por su relación con Sor Juana Inés de la Cruz, escribió una Cartilla de doctrina religiosa (1690) para jóvenes que se presume contemplaban la vida religiosa. En España, el franciscano Fr. Antonio Arbiol (1651-1726) dedicó una obra de más de 600 páginas, La Religiosa Instruida (1709), a estudiar y explicar todos [End Page 77] los detalles materiales y espirituales de la vida de las religiosas, prestando especial atención a las novicias y el período de noviciado.2 Un manuscrito que se encuentra en la Biblioteca Nacional de España (BNE) y que data del 1744, escrito por sor Manuela de San Antonio del convento de San Bernardo en México, introduce la pluma femenina en ese proceso pedagógico, explicando la Regla de su orden para sus hermanas en religión. Más tarde, en 1774, otra pequeña obra inédita dirigida a una doña Marianita, novicia en un convento que desconocemos, y que también se encuentra en la BNE con el título de “Carta espiritual anónima a la hermana Doña María Josefa,” nos indica que el interés por orientar a las novicias seguía en pie. Ya a finales del siglo XVIII aparece otra obra en Madrid, traducida del italiano, Discursos escriturales y morales, del jesuita Cesar Calino, que se dirigía a las jóvenes que deseaban ser religiosas y a las novicias.3 La escritura de reglas precisas para cada orden femenina y las guías de confesores de monjas en su labor de dirección espiritual fueron, pues, una preocupación constante de la iglesia desde el siglo XIV.4 Lo que distingue al Directorio para novicias capuchinas de México de otros es que fue escrito por el capellán del convento, Cayetano Antonio de Torres. Es una obra que tomó en cuenta las características y los fines especiales de las franciscanas capuchinas. El convento de San Felipe de Jesús se fundó en 1666, diez años después que la idea fuera propuesta por el arzobispo...

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