El Hospital General de San Andrés. Reuniones y Sociedades Médicas del siglo XIX (3ª parte)
2009; National University of Colombia; Volume: 51; Issue: 2 Linguagem: Espanhol
ISSN
2448-4865
AutoresVicente B Cerecedo Cortina, José Felipe Cerecedo Olivares, Gerardo Romero Salinas, Jaime Camacho Aguilera,
Tópico(s)Ethics and bioethics in healthcare
Resumowww.medigraphic.com Don Miguel F. Jimenez, nacido en Amozoc, Puebla, el 10 de octubre de 1813, fue de inteligencia despierta y precoz, lo que preocupo a su senor padre que procuro brindarle la educacion que su talento exigia, no obstante que su situacion economica era precaria, hasta despues del fallecimiento de su padre pudo iniciar sus estudios de latin en 1830, con gran provecho, primero en Taxco, despues en Toluca y por ultimo en Mexico con el profesor Cobos, presento en el Seminario Conciliar un brillante examen antes de iniciar sus estudios de Filosofia. Su aprovechamiento y talento le hicieron acreedor del aprecio de sus maestros. En 1834 se inicio en la carrera de Medicina en el Establecimiento de Ciencias Medicas. El 6 de septiembre de 1838 recibio el titulo de Medico Cirujano. Mes y medio despues fue nombrado Profesor Adjunto de la Escuela a propuesta unanime de sus maestros. Primero fue profesor interino de Anatomia, despues profesor substituto de Patologia Interna en 1839. En 1841 se creo la plaza de prosector de Anatomia que desempeno con gran eficiencia. En 1845 fue designado por la Junta de Profesores como maestro de Clinica Interna. En su biografia escrita por don Gabino Barreda anota. «Desde entonces data la era de la esplendida trayectoria de nuestro insigne profesor, de nuestro inolvidable maestro. Alli era donde lo llamaba su vocacion: alli era donde su incansable laboriosidad, su inmensa y solida instruccion, su singular penetracion, aunada a una admirable rectitud de juicio y por ultimo, su ardiente amor a la ciencia y su perfecta y cabal sinceridad y buena fe que no le permitian ocultar jamas un error, descubriendo el mismo con una lealtad ejemplar lo que la impericia de los discipulos habia podido dejar ignorados, sacando asi igual, y aun a veces mayor provecho para la instruccion de sus rarisimos errores, como de sus frecuentes aciertos. Alli, en el campo de la clinica, a la cabecera de los enfermos, y brazo a brazo con las dificultades del arte, era donde sus brillantes dotes, entre las que descollaba cual gigantesco eucalipto un severo metodo de investigacion y de apreciacion, a la vez que una amplitud de miras y una fecundidad de concepciones para enlazar los fenomenos que la observacion le hacia descubrir, y que mas incongruentes Historia de la medicina
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