Los muros y las puertas en el teatro de Víctor García by Malcún
2015; Department of Spanish and Portuguese, University of Kansas; Volume: 48; Issue: 2 Linguagem: Espanhol
10.1353/ltr.2015.0011
ISSN2161-0576
Autores Tópico(s)Literary and Cultural Studies
ResumoReviewed by: Los muros y las puertas en el teatro de Víctor García by Malcún Lydia Di Lello Malcún, Los muros y las puertas en el teatro de Víctor García. Prólogo Carlos Pacheco. Buenos Aires: Instituto Nacional del Teatro, 2011: 206 pp. Este libro nos acerca al universo de Víctor García, el artista que disloca muros y puertas de la escena teatral. Su autor, Juan Carlos Malcún —escenógrafo, docente e investigador— dirigió el proyecto CIUNT (Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Tucumán) “Víctor García trayectoria, pensamientos y creación de un revolucionario del teatro”. La publicación, resultado de quince años de investigación, trasunta la mirada de un hombre de teatro de vasta trayectoria enriquecida y, éste no es un dato menor, con la de su condición de arquitecto y especialista en espacio escénico. Malcún reniega de los saberes parcializados. Más bien pone el acento en la interrelación del sujeto con su contexto. Esto se hace evidente a lo largo de los diez capítulos que articulan el trabajo de Víctor García (San Miguel de Tucumán 1934, París 1982) con las condiciones políticas y culturales de los países donde el creador desarrolló su actividad. En 1962, el joven director argentino deja el país en circunstancias del golpe militar que derrocara a Frondizi. Una serie de testimonios personales muestran el contraste entre el reconocimiento mundial del creador y la persecución dentro de su propio país. El capítulo 2, en el que se expone su estética y su trayectoria, es un eje fundamental de este texto. Allí se despliega una línea del tiempo: los tiempos de Tucumán (1945/1957), los que transcurren entre Buenos Aires y Brasil (1957/1962) y los años finales en el mundo (1962/1982). Las experiencias tempranas tienen a Tucumán y Salta como escenario, lugares donde se gesta lo que será la estética del director. En Buenos Aires toma clases de arquitectura y estudia teatro en el IAM (Instituto de Arte Moderno) con Marcelo Lavalle. El resto es el mundo. En distintos países encara a Federico García Lorca, Alfred Jarry, Jean Genet, Fernando Arrabal. Es a partir de la versión de su emblemática puesta El cementerio de automóviles en París (1967) que empresarios y directores de todo el mundo lo invitan a realizar montajes con el fin de revitalizar sus propios teatros. En 1958, un hito fundamental: la fundación de su grupo Mimo Teatro. Malcún transcribe el Manifiesto del Mimo Teatro, escrito de puño y letra por el joven director a los 24 años. A través de su análisis, el autor releva las principales claves del teatro de Víctor García: las investigaciones en el cuerpo del actor, la innovación en el espacio escénico, la técnica de deshumanización, el ritmo significante, el “módulo esencial” referido al dispositivo escénico, su relación con el teatro del mimo. García estalla el espacio-tiempo de la teatralidad convencional. El suyo es un teatro intemporal que se rebela ante la tiranía de la palabra. A la escena clásica que privilegia la horizontalidad contrapone “un espacio flotante, elástico, flexible, de fuerte verticalidad y materialidad expresiva, con actores en suspensión, despegados de la superficie plana y rígida del escenario, organizando una ceremonia teatral descontaminada de espacio y tiempo…” (34). Para cada obra despliega una ingeniería [End Page 206] singular. Malcún enfatiza el uso de maquinarias como elemento organizador; un intento de “deshumanizar al actor, humanizar a la máquina” (82). Encuentra antecedentes en la teoría de deshumanización del arte que desarrolla Ortega y Gasset y establece vínculos con Gordon Craig y su teoría del actor “supermarioneta”. El director incorpora la máquina como un “lenguaje revelador de sentidos trascendentales de la existencia humana” (68). El teatro de García trabaja con lo inasible y lo esencial de la condición humana, concluye Malcún...
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