Artigo Revisado por pares

Las muertas y Los relámpagos de agosto : la violencia como esencia de lo mexicano en la obra de Jorge Ibargüengoitia

2015; Routledge; Volume: 93; Issue: 5 Linguagem: Espanhol

10.1080/14753820.2015.1091644

ISSN

1478-3428

Autores

Carolyn Wolfenzon,

Tópico(s)

Political Dynamics in Latin America

Resumo

AbstractLos relámpagos de agosto (1964) y Las muertas (1977), novelas del escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia, entablan un diálogo que la crítica no había analizado. Parto de que los escenarios en los que ocurren las historias de ambos textos son metáforas del escenario nacional mexicano: uno, un territorio en guerra donde los caudillos no tienen un ejército rival o son rivales de sí mismos—y aun así se matan sin llegar a ningún acuerdo—y, el otro, un burdel como símbolo del México moderno, donde una especie de mal encarnado ocupa el nebuloso espacio del sistema político vigente. Es posible entender Las muertas como una prolongación extemporánea de la tradición novelística de la Revolución (su reverso humorístico, que es el sello de la literatura de Ibargüengoitia), en una misma línea que el autor inicia con Los relámpagos de agosto. Aunque en Las muertas no hay, como sí ocurre en la otra, una guerra explícita, ni generales armados, ni intentos violentos de formar el Partido Único, la lucha entre las prostitutas y la forma en que se aniquilan dentro del burdel son similares a los crímenes que ocurren en el campo de batalla de Los relámpagos de agosto, novela paródica, profundamente crítica de la Revolución.Key words: Los relámpagos de agostoLas muertasJorge IbargüengoitiaRevolución Mexicanaliteratura mexicana Notes1 Jorge Ibargüengoitia, ‘En primera persona: memorias de novela’, Vuelta, 29:3 (1979), 32–34 (p. 33).2 Jorge Ibargüengoitia, Las muertas (Barcelona: Argos Vergara, 1983), 8.3 Aurelio Asiain & Juan García Oteyza, ‘Entrevista con Jorge Ibargüengoitia’, Vuelta, 9:100 (1985), 48–53 (p. 50).4 Elisa Robledo, Yo, la Poquianchis: por Dios que así fue (México D.F.: Compañía General de Ediciones, 1980). Ver: Alicia Muñoz, ‘The Language of Female Violence in Jorge Ibargüengoitia's Las muertas', Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, 12 (2008), 79–92; Charlotte Lange, ‘“Truth” behind a Scandal: Jorge Ibargüengoitia's Las muertas’, Neophilologus, 93 (2009), 453–64; Stella Clark, ‘The Novel As a Cultural Interpreter: The Case of “Las Poquianchis” in Mexico’, The North Dakota Quarterly, 58:4 (1990), 205–14. En todos estos artículos se compara la realidad periodística con la ficción.5 Asiain & García Oteyza, ‘Entrevista con Jorge Ibargüengoitia’, 50. Aún desde la perspectiva realista que yo rechazo, los hechos históricos mantienen un diálogo entre sí, que se da en el tema del crimen generalizado y absurdo considerado como ‘muy mexicano’ por el autor. Ibargüengoitia sostiene, sobre la historia de las Poquianchis: ‘Me producía una repulsión verdaderamente muy fuerte, pero me pareció también muy mexicana’ (Asiain & García Oteyza, ‘Entrevista con Jorge Ibargüengoitia’, 50). La violencia con la que se asesinó al general Obregón, es digna de tanta repulsión que le produce risa: ‘Es fascinante que en La Bombilla, un restaurante muy agradable que estaba donde ahora está el monumento a Obregón, se le haga una comida al Presidente de la República y llegue un tipo, se meta al banquete y haga caricaturas durante toda la comida (porque hubo sopa y luego cabrito y luego frijoles y suene una trompeta) y a la hora de los frijoles le dé siete balazos’ (Asiain & García Oteyza, ‘Entrevista con Jorge Ibargüengoitia’, 48).6 María Vargas observa cómo en el nombre del protagonista, José Guadalupe Arroyo, general inventado por el autor, es la compilación de nombres mexicanos que se asocian con la mexicanidad: ‘A la manera del Dr. Frankenstein’, lo concibió y creó combinando como parches, el nombre de la virgen de Guadalupe, el de San José (nombre del artista José Guadalupe Posadas) y Antonio Venegas Arroyo (el apellido del editor e impresor de toda la obra de Posadas). La autora también analiza la expresión ‘los relámpagos de agosto’ y sostiene que es un fenómeno climático del Bajío, pueblo de Guanajuato, donde los relámpagos aparecen en distintos puntos cardinales en diferentes meses del año. Esto dio vida a un dicho que se refiere a andar perdido o confundido, igual que esos relámpagos. En la novela, el narrador se refiere así al andar de los protagonistas precisamente como esos relámpagos confusos: ‘al garete, desorientados, sin idea, sin rumbo, a lo pendejo’ (María Vargas, ‘Los relámpagos de agosto de Jorge Ibargüengoitia’, (último acceso 5 de marzo de 2014).7 Vargas, ‘Los relámpagos de agosto de Jorge Ibargüengoitia’.8 Jorge Ibargüengoitia, Las muertas (México D.F.: Joaquín Mortiz, 1977). Las demás referencias se pondrán en el texto.9 Carlos Monsiváis, ‘Vino todo el pueblo y no cupo en la pantalla’, en Carlos Monsiváis & Carlos Bonfil, A través del espejo: el cine mexicano y su público (México D.F.: Ediciones el Milagro del Instituto Mexicano de Cinematografía, 1994), 99–204 (p. 185).10 En todas estas películas, la prostituta es una buena mujer que se ha desviado del buen camino a causa de la pobreza en la que vive. Se plantea que el matrimonio o el suicidio representan las dos únicas vías de inserción o exclusión de la sociedad. Ver: Alberto Gout, Aventurera (Cóndor Media, 1950), Luis Manrique, Arrabalera (Sony Dac, 1950), Fernando Rovero, Perdida (Laguna Films, 1949), Víctor Urruchúa, Ángel o demonio (Studio Latino y Gallito Rojo, 1947).11 Georges Bataille, Death and Sensuality: A Study of Eroticism and the Taboo (New York: Ballantine, 1969), 65.12 Hannah Arendt, On Violence (San Diego: Harcourt Brace & Co., 1970), 82.13 Arendt, On Violence, 35.14 Arendt, On Violence, 42.15 Arendt, On Violence, 51.16 Jorge Ibargüengoitia, Los relámpagos de agosto (México D.F.: Joaquín Mortiz, 1994), 24. Las demás referencias se pondrán en el texto.17 Guillermo Sheridan, ‘Regreso a los Relámpagos de agosto’, Vuelta, 19 (1995), 50–52 (p. 51).18 Felipe Cazals, Las Poquianchis (Conacine y Alpha Centauri, 1976). En la película de Felipe Cazals Las Poquianchis se construye de una manera más explícita que en el libro la imagen de los crímenes llevados a cabo por las madrotas en el burdel, como una alegoría del México moderno y del fracaso de la Revolución Mexicana. En la película, la historia narra paralelamente el caso de las vejaciones y asesinatos dentro del encierro en los burdeles y los castigos arbitrarios, las golpizas, la dieta de frijoles, los abortos inducidos y toda la violencia que ocurre en el confinamiento de esta casa que es claramente una alegoría de la violencia nacional. En ella se da un contrapunto entre la historia del burdel con la problemática irresuelta de la tierra en el México moderno. En blanco y negro, el cineasta se retrotrae al período de Miguel Alemán (1946–1952) que coincide con el inicio verdadero de los hechos. Ellos, como las mujeres en el burdel, son asesinados y encerrados por protestar. El paralelo se vuelve aún más explícito por el caso de la niña Rosario, quien une ambas historias. Ella es hija de uno de los campesinos despojados de sus tierras que es vendida a las Poquianchis y termina asesinada en el burdel, mientras que su padre termina asesinado por el Estado.19 Sander Gilman, Disease and Representation: Images of Illness from Madness to Aids (Ithaca: Cornell U. P., 1988), 15.20 Gilman, Disease and Representation, 12.21 Asiain & García Oteyza, ‘Entrevista con Jorge Ibargüengoitia’, 50.22 Octavio Paz, ‘Una novela de Jorge Ibargüengoitia’, en México en la obra de Octavio Paz, ed. Octavio Paz & Luis Mario Schneider, 3 vols (México D.F: Fondo de Cultura Económica, 1987), II, Generaciones y semblanzas: escritores y letras de México, 551–58. Octavio Paz ha reflexionado sobre la falta de fronteras precisas en Las muertas: ‘En el arte de la novela la pregunta sobre la realidad o irrealidad de la realidad se presenta como la descripción de esa zona donde el mal se distingue difícilmente del bien, el crimen de la inocencia’ (II, 588). Coincido con Paz porque en otros libros del autor, como Estas ruinas que ves, también aparece esa zona intermedia y borrosa entre el bien y el mal. En esta última, Francisco Aldebarán, profesor de literatura interesado en la historia de las Poquianchis, llega a Cuévano, donde se involucra sentimental y sexualmente con la esposa de su colega universitario y amigo. El pueblo en ruinas refleja la vida moral de los mediocres profesores. En Dos crímenes, la historia también pondrá en duda la moral del protagonista: el joven marxista Marcos huye de la policía por una equivocación (se le acusa de haber participado en el incendio de una tienda) pero, su moral quedará en cuestión cuando nos enteramos que tiene un romance simultáneo con la prima y la sobrina, familia que le da alojamiento en el pueblo, ocasionando al final dos trágicas muertes.23 Vitelia Cisneros, ‘Sexo y muerte en la obra policial de Jorge Ibargüengoitia’, Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, 14 (2001), 60–66 (p. 62).24 José Colina, ‘Las muertas de Jorge Ibargüengoitia’, Vuelta, 1:12 (1977), 40–41.25 José Colina nota que muchos de los momentos de extrema violencia en la novela son trivializados con imágenes gastronómicas, lo que muestra una banalización de la violencia en la obra: ‘En el trayecto de algunos de los personajes centrales para matar a un hombre hay escalas para almorzar chicharrones en salsa, frijoles y un huevo, para echarle un peso a la alcancía de una iglesia, para comprar queso o bajarse del coche a orinar o a tomar mantecados’ (Colina, ‘Las muertas de Jorge Ibargüengoitia’, 40).26 Persephone Braham, Crimes against the State, Crimes against Persons: Detective Fiction in Cuba and Mexico (Minneapolis: Univ. of Minnesota Press, 2004), 74.27 Jaime Castañeda Iturbide, El humorismo desmitificador de Jorge Ibargüengoitia (México D.F.: Gobierno del Estado de Guanajuato, 1988), 81.* Cláusula de divulgación: la autora ha declarado que no existe ningún posible conflicto de intereses.

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