Mining for the Nation: The Politics of Chile’s Coal Communities from the Popular Front to the Cold War
2012; Duke University Press; Volume: 92; Issue: 3 Linguagem: Espanhol
10.1215/00182168-1600353
ISSN1527-1900
Autores Tópico(s)Political and Social Dynamics in Chile and Latin America
ResumoSi el grito de batalla “la Guerra de las chozas contra los palacios” fue cierto en alguna parte, quizás fue en Lota, donde convivían las poblaciones de mineros a veces en extrema miseria, junto al bello parque y a la señorial mansión familiar de la familia Cousiño, edificado siguiendo las normas del buen gusto francés del XIX. Hasta fines del XX, cuando se cerró Lota, no había muchas casas entremedio, lo que siempre había complicado la teoría que se anida tras esa expresión: que existe una cerrada dicotomía social entre los pocos ricos y los muchos pobres. La imagen Lota, y en general de la zona del carbón en Chile, en torno a la ciudad de Concepción, parecía confirmarla de manera absoluta. Al igual que el Norte Grande con el salitre y el cobre, esta zona del sur fue un hogar de potentes movimientos sociales, muy identificados con el Partido Comunista. Estos mineros no gozaron de las granjerías de los trabajadores del cobre, los grandes privilegiados; en cambio desarrollaron una personalidad política y cultural mucho más nítida, hasta el fin de las labores en el lugar en 1997. No se ha escrito poco acerca de ellos, pero este es el primer libro disciplinario de mayor ambición metodológica.Se trata de una historia centrada en los mineros, y con su contraparte, los propietarios y sus empresas, y el Estado chileno, destacando con algunas excepciones el que estos últimos actuaban de consuno, representando en lo básico el mismo interés. El foco temporal del libro se sitúa entre la segunda mitad de los 1930 y 1948. Es decir, estudia la interrelación social y política que va desde los años de la formación de Frente Popular hasta la gran huelga de octubre de 1947, y la posterior persecución e ilegalización del Partido Comunista. No sin razón, cree encontrar en este tema más respuestas para explicar la Guerra Fría en Chile que en otros desarrollos más estudiados; los acontecimientos de la época de la Unidad Popular y del golpe de 1973 estarían anticipados en los conflictos socio-políticos de la zona del carbón. La autora escribe un libro donde claramente distingue entre héroes y villanos, sin mucho matiz. Entre los primeros, aparte de los mine-ros mismos, en general está el Partido Comunista y el vicepresidente de EE.UU. Henry Wallace; entre los segundos Gabriel González Videla, primero aliado de los comunistas y después su enemigo; y Octavio Astorquiza, por años una especie de gerente de personal de la compañía. Por implicancia la autora se coloca entre los que no creen que la democracia chilena haya sido algo muy impresionante; rechaza la idea de que haya habido una “excepcionalidad” en comparación con el resto de América Latina. La represión que experimentan los mineros no constituyen “excepciones” de la democracia chilena, sino que, afirma como conclusión, es “la intensidad de las luchas de la era del Frente Popular las que ayudan a alcanzar una comprensión más matizada de la democracia chilena” (p. 348).El libro, escrito en un lenguaje directo y en algunos trechos con exceso de desarrollo temporal, tiene un mérito que le da originalidad en términos historiográficos. Vincula al Estado y las relaciones internacionales con la historia social de los mineros, de muchas personas que entrevistó o de sus cartas y peticiones a las que tuvo acceso. Es la primera en trabajar para este problema con tan abundante documentación del Ministerio del Interior, incluyendo muchas cartas escritas por los mineros o hasta sus familias; o de los documentos de la familia del Presidente González Videla. Mientras la mayoría de los norteamericanos que han escrito sobre relaciones interamericanas destacan la influencia de Washington en los acontecimientos, especialmente en el caso chileno, donde los gobiernos y la política interna de Chile se asemejan a marionetas, sin vida propia, Jody Pavilack no cae en esa actitud canónica. Postula un enfoque bastante original combinando las relaciones entre estados, el proceso político en Chile, la historia social de los mineros y de mineros individuales y de sus mujeres, auténticas “vidas mínimas” con toda su grandeza. Claro, el método es fecundo hasta un cierto punto aunque al abarcar mucho suma, sin más, realidades diferentes cuya conexión no siempre es diáfana. En muchos aspectos las críticas que se le pueden hacer tienen que ver con sus valoraciones, aunque hay preguntas que la autora debió plantear. Por ejemplo, la pobreza del medio no sólo tiene que ver con la fría avaricia de los propietarios, sino con la productividad del carbón, panorama muy distinto en el cobre. Por algo ese mundo minero ha sido tan emblemático como paupérrimo y “explotado” a raíz de los conflictos sociales de la modernidad.
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