Los unitarios: Faccionalismo, prácticas, construcción identitaria y vínculos de una agrupación política decimonónica, 1820–1852
2014; Duke University Press; Volume: 94; Issue: 4 Linguagem: Espanhol
10.1215/00182168-2802798
ISSN1527-1900
Autores Tópico(s)History and Politics in Latin America
ResumoEn este libro Ignacio Zubizarreta se propone estudiar a los unitarios, una de las dos agrupaciones políticas (la otra era el federalismo) que fueron protagonistas de la vida pública argentina durante el período de formación nacional. Los unitarios, propone el autor, eran una “facción” (como también lo era el federalismo) y no un “partido” político y, por lo tanto, su estudio, además de llenar un vacío informativo sobre ese grupo, también permite explorar el funcionamiento de ese tipo de organización y, aunado a esto, proponer una explicación sobre la naturaleza de la política en ese período.El trabajo está dividido en dos secciones. En la primera, en la que predomina la exposición narrativa, el autor presenta el desarrollo histórico de este grupo, desde sus inicios en la década de 1820 cuando se congregó alrededor de Bernardino Rivadavia hasta su participación en la caída de Rosas en 1852, incluyendo el conflictivo período de la revolución decembrista de 1828, el exilio de muchos de sus miembros, su relación con la Joven Generación y las campañas anti-rosistas de Lavalle y Paz. En la segunda parte el enfoque es más analítico y allí el autor estudia cuestiones tales como las diferencias entre porteños y provincianos y entre militares e intelectuales dentro del unitarismo, su conflictiva relación con los sectores populares, su débil inserción en la campaña porteña y, sobre todo, los rasgos definitorios del unitarismo como facción y diversos aspectos del funcionamiento interno de ésta.El libro está basado en una extensa investigación y contiene algunos aportes interesantes. Por ejemplo, la primera parte presenta una exposición útil de la década de 1820 que permite entender la dinámica que llevó a la consolidación del unitarismo y el federalismo como agrupaciones políticas. Al inventariar y evaluar los datos biográficos de más de 400 unitarios, este trabajo nos hace ver que si bien una proporción muy alta de los unitarios provenían de Buenos Aires los provincianos eran mayoría. El trabajo también nos muestra que el 70 por ciento de los unitarios estaban alfabetizados, información que confirma algunas de las ideas sobre este grupo formuladas por la historiografía tradicional con otras fuentes y metodologías, mostrando que no eran enteramente caprichosas.No obstante, el trabajo tiene serios problemas y los ricos hallazgos de archivo que por momentos exhibe el libro se desvanecen debido a una escritura imprecisa y a un análisis que ignora o incluso contradice las evidencias presentadas por el mismo autor. Por razones de espacio me voy a limitar a comentar muy brevemente sólo una de esas cuestiones. Lo más problemático es la propuesta central del libro: que las agrupaciones eran facciones y no partidos y que, por lo tanto, la política en general era facciosa. En forma abrumadora la evidencia presentada por el autor desautoriza su análisis. Por ejemplo, y sólo para ilustrar este problema, en los documentos citados en la primera mitad del libro (en la que el autor hace una narración del desarrollo histórico del unitarismo) encontramos que los actores se refieren al unitarismo y/o federalismo como “partidos” en 12 ocasiones, mientras que hablan de ellos como “facciones” únicamente en tres instancias (y dos de ellas corresponden a miembros de la Joven Generación, que tenían sus motivos para hacerlo).Lo mismo ocurre con algunas supuestas características de las organizaciones facciosas y, por extensión, de la política en general, como lo que el autor llama “la frágil adscripción faccional” (p. 195) y “un endeble sentido de pertenencia” (p. 208), es decir, una supuesta indeterminación político-ideológica que llevaba a los actores a unirse a estas agrupaciones por motivos aleatorios y no necesariamente programáticos o de identidad política, lo que hacía posible el fácil traspaso de los individuos de una facción a otra (p. 202). Sin embargo, como Zubizarreta mismo dice, una buena parte de las propiedades rurales confiscadas por Rosas a los unitarios en la década de 1840 pertenecían a hacendados que ya habían sido identificados como unitarios en 1831 (p. 126). Pero, si la adscripción faccional era tan frágil como se propone en este trabajo, ¿no podrían durante la década que medió entre la “clasificación” de 1831 y la confiscación haber cambiado de bando, aunque más no fuera para salvar sus propiedades? El autor también nos muestra que en la década de 1820 en las filas del federalismo militaba un joven Justo José de Urquiza, quien se mantendría en ese partido durante casi 50 años … y cuando los rivales políticos capturaron al General Paz, el arquetipo del líder unitario, no faltó quien le sugiriera que se podría haber dado “por pasado” al otro partido, posibilidad real que, sin embargo, rechazó a cambio de una década de cautiverio y a riesgo de su vida (de hecho, una de las preocupaciones de Paz en sus Memorias es precisamente dejar en claro ante la opinión pública que su captura se trató realmente de una desgracia y no de un episodio fraguado para ocultar su deslealtad partidaria; las Memorias de Paz figuran entre las fuentes utilizadas, pero el autor no hace a referencia a esta cuestión).El libro muestra claramente la fuerte identidad de clase de los partidos (por ejemplo, hay referencias a Rosas como “el padre de los pobres” [p. 190] mientras que se habla de un hacendado unitario como “el enemigo de todos los pobres” [p. 277]), pero el autor no parece interesarse en las consecuencias que eso tiene para su argumento central. Específicamente no advierte que esas identidades le dieron sentido a los partidos y realmente orientaron la acción política de sus miembros (como lo dice Lavalle [p. 110]) no sólo durante muchas décadas sino también en varias regiones: en la década de 1860 se decía de un caudillo federal del interior que era “la estrella que a los pobres alumbraba” y, tal como lo muestra la ilustración de la portada de este libro, a los unitarios de esa región se los trataba de “herejes” (tanto en la década de 1820 como en la de 1860), además en algunas provincias el conflicto enfrentó a las castas contra los decentes. En conclusión, cuando leemos las evidencias presentadas en Los unitarios en el contexto del desarrollo historiográfico reciente se nos aparece un fenómeno que tiene que ver menos con facciones que con “partidos” que, por otra parte, era el término que más usaban los actores.
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