Artigo Acesso aberto

Evitemos la inseguridad alimentaria en tiempos de COVID-19 en Chile

2020; Volume: 47; Issue: 3 Linguagem: Espanhol

10.4067/s0717-75182020000300347

ISSN

0717-7518

Autores

Lorena Rodríguez, Daniel Egaña Rojas, Patricia Gálvez, Deborah Navarro-Rosenblatt, Marcela Araya B, María Begoña Carroza, Cecilia Baginsky,

Tópico(s)

Food Security and Health in Diverse Populations

Resumo

La pandemia por COVID-19 no ha dejado ningún ámbito de nuestras vidas sin afectar.La alimentación y nutrición de individuos y de la población se han visto forzosamente afectados; ha cambiado la distribución, disponibilidad y acceso a los alimentos y, posiblemente, inclusive su forma de producción.De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), "la mayoría de las evaluaciones actuales prevén una contracción en la oferta y la demanda de productos agrícolas, señalando posibles interrupciones en el comercio y la logística" (p.2) 1 .Podemos suponer que la pandemia ha modificado nuestros ambientes y hábitos alimentarios, incluyendo cambios en la forma en que adquirimos los alimentos, en su preparación y en el consumo.En este sentido, la alimentación y la nutrición se podrían ver perjudicadas por el confinamiento, la disminución del poder adquisitivo familiar, por la depresión económica y por una potencial falta de disponibilidad y dificultad de acceso a alimentos sanos y seguros, en especial en los grupos más vulnerables 2 .Para algunos grupos privilegiados, estar en cuarentena puede significar disponer de más tiempo para hacer ejercicios y cocinar en casa en base a productos naturales, legumbres, pescados, frutas y verduras, facilitados por el despacho a domicilio, y una menor exposición a ambientes obesogénicos, constituyéndose incluso en una oportunidad de tener un estilo de vida más saludable.Sin embargo, para la gran mayoría de la población, la cuarentena se traduce en hacinamiento, empobrecimiento, sedentarismo, violencia intrafamiliar, sobrecarga de tareas domésticas para las mujeres 3,4 , menor acceso a alimentos saludables, y dificultades de acceso a los programas estatales de alimentación complementaria de salud y de alimentación escolar.Estos hechos generan inseguridad alimentaria en términos de menor cantidad de alimentos disponibles y de baja calidad nutricional (alto contenido calórico, de azúcares, sodio y grasas saturadas), muy por el contrario de lo que se ha planteado respecto a la importancia de acceder a una alimentación balanceada como una de las medidas para evitar complicaciones graves por COVID-19 1,2 .El contexto actual se vislumbra adverso y probablemente se exacerben las desigualdades alimentarias y nutricionales en nuestro país, y aumente la obesidad, condición que además se ha descrito como de mayor riesgo para la severidad de la enfermedad por coronavirus 5,6 .El Director General de FAO, Qu Dongyu ha planteado que para reducir el riesgo de un costo aún mayor (escasez de alimentos para millones, incluso en países ricos), "el mundo debe tomar medidas inmediatas para minimizar las alteraciones de las cadenas de suministro de alimentos.La incertidumbre sobre la disponibilidad de alimentos puede llevar a los encargados de formular políticas a implementar medidas comerciales restrictivas para salvaguardar la seguridad alimentaria nacional" 7 .En momentos de crisis, nos vemos obligados a problematizar el sistema alimentario global y a fortalecer los sistemas regionales de tal manera que sean más sostenibles, sustentables y saludables, fomentando la producción y el abastecimiento local.Se hace presente la necesidad de colaboración entre países, pero también el fortalecimiento de los vínculos entre diversos sectores y actores del canal agroalimentario, para mitigar -en lo inmediato-las consecuencias de cadenas alimentarias deficientes que afectan a las poblaciones más vulnerables, pero que a largo plazo involucran a toda la población 8,9• .Chile, en gran parte de sus alimentos básicos (entre ellos trigo, arroz, legumbres) no es autosuficiente.Por ejemplo, en trigo debemos importar un porcentaje que fluctúa entre el 30% y 40%; en arroz ese valor es en promedio un 50%; en legumbres, en el caso de lenteja, casi el 90% es importado, situación similar a la del garbanzo y en menor proporción el poroto.La mayor parte de los terrenos históricamente dedicados a cultivos de legumbres, han sido desplazados por cultivos más rentables para la exportación como frutales, disminuyendo fuertemente la superficie de siembra.A esto se suma

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