Artigo Revisado por pares

Medea murió en Corinto by Antonio Jiménez Casero

2021; University of Northern Colorado; Volume: 37; Issue: 1 Linguagem: Espanhol

10.1353/cnf.2021.0048

ISSN

2328-6962

Autores

María del Mar Martín Leal,

Tópico(s)

Literary and Cultural Studies

Resumo

Reviewed by: Medea murió en Corinto by Antonio Jiménez Casero María del Mar Martín Leal Antonio Jiménez Casero. Medea murió en Corinto. Barcelona, España: Chiado Editorial, 2016. 418 pp. ISBN 978-989-51-9082-9 “Un grupo de muchachas humanistas, rebeldes, curiosas, divertidas, me impulsaron a acometer este relato en una clase de Literatura Griega” escribe Antonio Jiménez Casero a modo de introducción. Y es que, en varias ocasiones, durante sus clases de griego había defendido a Medea, a la que consideraba una de tantas mujeres denostadas por la Historia escrita con letras de varón. Ante sus insistentes alegatos feministas las alumnas le retaron a que inmortalizara esa nueva Medea y así surgiría el lazo que vincularía eternamente al autor con su personaje. “Mi Medea”, como me confesó en secreto y entre susurros, era su obra preferida. La primera de ellas fue El morador Insomne, premio Felipe Trigo en 1988, reeditada en 2018 y, desde que se jubiló en 2016, publicaría Medea murió en Corinto, No vuelvas Odiseo y eLaberinto presentada en marzo de 2020. Entregado en cuerpo y alma a la escritura después de décadas dedicado a la enseñanza clásica en institutos de secundaria sólo pudo regalarnos estas cuatro hermosas obras, dejando inconclusa la novela en la que estaba trabajando sobre la Sevilla del Renacimiento. Antonio Jiménez Casero, como Svetlana Sokolova, protagonista de eLaberinto, tuvo nostalgia del futuro, y como en una trágica premonición, falleció en junio de 2020. Transitó entre el mundo clásico y un mundo soñado, igualitario, tolerante, sin fronteras ni discriminaciones, justo y sincero, pero aún inalcanzable. Se rebeló ante la injusticia, la frivolidad y la mentira siempre recordando a los desheredados, a los marginados y como no, a la mujer. Desde las páginas de sus obras defendió la dignidad de los hombres y mujeres del campo, aquellos zagales con los que compartió lecturas al calor de la lumbre en su infancia extremeña y criticó el poder y la soberbia de los señoritos que condenaron al pueblo a la pobreza y a la servidumbre durante los años del franquismo en España. Jiménez Casero vivía por y para las palabras y Medea murió en Corinto sería su mayor homenaje a la fábula. [End Page 173] “Aedo mentiroso, aedo mentiroso”, fueron las palabras con las que Medea se dirigía a Kión, el poeta jorobado y maltrecho que Jasón escogió para que inmortalizara sus aventuras. “Aedo mentiroso” son las palabras que todavía retumban en mi memoria y no dejan de martillear mi alma, incluso después de haber terminado la lectura de esta hermosa obra poética. “Las mentiras de un poema describen el pasado que quisimos vivir y no pudimos, e insinúan las esperanzas en un futuro que queremos apresar y no podemos vislumbrar” son los pensamientos que Antonio Jiménez, autor de esta novela, pone en boca de Kión, para invitarnos a reflexionar sobre cómo la Historia es propiedad de los vencedores y está llena de mentiras. Pero da igual. Lo cierto es que la verdad no interesa, importa lo que la gente cree. Y la gente creyó durante cientos de años que Medea fue una bruja que se comió a sus hijos en venganza por el abandono de Jasón. Ante este bucle de creencias malintencionadas, el autor, que fue profesor de latín y griego en un instituto público de Sevilla, se atreve a romper el arquetipo que poetas de la antigüedad construyeron en torno a la figura de Medea. Arquetipo de mujer vengativa, rencorosa, conocedora de malas artes y llena de defectos de los que una mujer “de bien” debe huir y que, sin embargo, en esta nueva Medea se legitiman, experimentan un empoderamiento como reivindicación de la lucha de una mujer que, como tantas otras, ha sido víctima y denostada por el patriarcado. “No hagáis como Medea. Una griega decente prepara su ajuar, toma su dote y acude a la casa del marido que su padre eligió para...

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