Fragmentos de Sal de sangres en incendio
2021; University of Northern Colorado; Volume: 37; Issue: 1 Linguagem: Espanhol
10.1353/cnf.2021.0044
ISSN2328-6962
Autores Tópico(s)Latin American Literature Studies
ResumoFragmentos de Sal de sangres en incendio Alicia Kozameh En la voz de Art Garfunkel,cuatro palabras de Paul Simon: See how they shine… ✴ Oculto en alguno de mis numerososbolsillos -muchos siempre clausurados, otros semieabiertos parapermitir la entrada del oxígeno- va aquel fósforo. Manejaba a las 5:15 de la mañana con poco tráfico y a una velocidad, estoy segura, mucho más alta que la indicada como máxima a los costados de la autopista. Sin dudar iba camino al horizonte. Apenas algunas salpicaduras de resplandor dejaban que se distinguiera contra el cielo una formación de nubes que cubrían casi todo lo visible. Sobre esos grises pesados, en algún hueco que las nubes otorgaban en un acto de dudosa generosidad, se notaba una luna enjuta, curva, como un resto suelto de papel blanco y sucio recortado por un niño de pocos años. La que creo que llaman creciente cóncava. Me distrajo. Le clavé un vistazo rápido y no me conmovió. Más bien me produjo un desgano. Una desilusión. Aunque en realidad no tenía ninguna expectativa. Sentí que esa desidia me hacía disminuir la velocidad. Y pensé: lo que me sacude hasta el asma es la luna llena, roja, en el mayor de sus tamaños posibles, que cuenta con la insolencia de siempre estar cayéndonos sobre la piel de lo que somos y de bañarnos de sangres espesas, abruptas y constantes. Sé también que te conté esto tiempo atrás. Me habías respondido algo. ¿Te acordás de lo que me dijiste aquella vez? … [End Page 184] No. Pero sé lo que te diría ahora. Te diría: ¿Quién prendió fuego a mis campos? … Me contabas esos cuentos para niños. “Prepararse. Rápido. Miren lo que parecemos. Ratones atrapados. El enemigo llegó y está demasiado cerca. Son cientos. Están decididos. Tienen con ellos sus fuegos y van a empezar a arrojarlos muy pronto. El brillo del agua parece celebrar lo que viene. El mar les abre el camino, y nosotros mirando como idiotas. El fuego del enemigo nos va a cubrir, se va a expander, va a ser inextinguible. Atrás dejamos a nuestras mujeres, a nuestros hijos. ¿Cómo los vamos a mirar a la cara si nos descubren en esta cobardía? Y esta nave que está frente a la nuestra tiene, nos guste o no, todo el poder posible. Adelantémonos. Ataquemos primero. Porque ellos traen el fuego de todos los fuegos, pero nosotros vinimos con el nuestro.” Y vos sabías que atacaban para lograr morir más pronto. Con menos dolor y antes de que el miedo los dejara sin ninguna posibilidad de usar su raciocinio. … ¿Eran visibles desde tu escondite esas cuatro, cinco, siete, diez monjas vestidas con hábitos rojos, caminando, lentas, firmes, siempre mirando hacia adelante? Sabían a dónde dirigirse. Sabían qué estaban defendiendo, por cuáles asuntos bregar. Avanzaban por el centro de la autopista. Muchos de los autos salieron de la ruta y fueron acomodándose en la banquina para no entorpecerles el paso. Y para verlas de cerca. El aire rojo que asomaba por detrás de sus cabezas hacía pensar que a las pocas primeras las seguían millones. … No eran monjas. Eran las luces de freno de los autos que aceleraban o disminuían la velocidad delante tuyo, y que eran muchos más que diez. La imagen que reconozco en tu cerebro me distancia de la paz que sigo tratando de alcanzar y que cada tanto despunta a lo lejos, y que con no suficiente frecuencia da sosiego a los latidos que resguardan para mí algunos retazos de vida. … ¿Y no había cruzado, entonces, por delante de las monjas, un animal que en un momento saltó por la ventanilla de un auto blanco, y que ni siquiera las inmutó? … No sé si un animal. ¿Quizá un almohadón? ¿Un juguete? ¿La combinación de un almohadón con un juguete? Quién sabe qué es lo que tendría más sentido. Y sobre esto...
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