Artigo Revisado por pares

El escondite de los plagios/The Hideaway of Plagiarism by Luis Alberto Ambroggio

2022; American Association of Teachers of Spanish and Portuguese; Volume: 105; Issue: 1 Linguagem: Espanhol

10.1353/hpn.2022.0020

ISSN

2153-6414

Autores

Rosa Tezanos-Pinto,

Tópico(s)

Cultural and Social Studies in Latin America

Resumo

Reviewed by: El escondite de los plagios/The Hideaway of Plagiarism by Luis Alberto Ambroggio Rosa Tezanos-Pinto Ambroggio, Luis Alberto. El escondite de los plagios/The Hideaway of Plagiarism. Nueva York Poetry Press, 2020, 128 pp. ISBN 978-1-950474-36-3. En El escondite de los plagios/The Hideaway of Plagiarism (2020), poemario bilingüe de Luis Alberto Ambroggio, se desafían varias alternativas del lenguaje, especialmente, el de la palabra poética intercambiada en múltiples interpretaciones. Y, aunque el título habla de plagio, el mismo poemario destituye lo ilícito de la apropiación por lo que podría llamarse una “enmienda”, transformación magistral que realiza cada poeta, según su época. El poemario presenta una estructura semi sincrónica en la voz de un poeta que, desde la madurez, comparte su interpretación de la vida y de la muerte y que remarca su admiración y deuda sobre este tema a un gran número de poetas como Dante, Storni, Aleixandre, Neruda, Odio y Rosalía de Castro. Destacan, además, poetas que Ambroggio ha evocado en otros libros y sobre los que ha escrito con asiduidad: Darío, Whitman, Vallejo, Mistral, Borges, Lorca, Pizarnik. Los llama: “amigos . . . cantores de sueños / palabras de cadáveres / que con amor traicionan la muerte, / torrentes de lumbres/ deshojadas en millones de abismos / con hambre de alas” (“Vendaval de la pluma” 84). Si bien Ambroggio menciona su vínculo con poetas que le son afines, su poesía es distintiva, muy única, como se ve en su lúcida elucidación del suicidio, a raíz de un epígrafe de Eunice Odio que termina con el verso: “Qué fracaso tan alto el sueño!” (88). En su reinterpretación del verso de Odio, el poeta deja patente su pericia para razonar desde el extremo del silencio, de la soledad, de la pena, desde el cese de la salvación por la palabra. Ambroggio delibera, conmueve, penetra tanto en el fracaso como en el sueño del verso de Odio y del suicidio de poetas como Pizarnik, Celan, Plath, Storni, Carranza, Ruiz Udiel, nombrados en “El enigma del Requiem” (88). El lenguaje de El escondite de los plagios/The Hideaway of Plagiarism circunscribe en conjunto la opulencia de sentimientos propia a una primera experiencia y luego a una “nueva vida”, igualmente rica, al recrearse al cabo de los años a través de la memoria. Por ejemplo, en “Las rosas del firmamento”, Ambroggio convoca la pasión y el colorido inefable de una primera mirada de embeleso. El atardecer es “un sueño florecido” de sábanas rojas/ y de fuego / Rasgos de quimeras sonrojadas/ que seducen a los ojos incrédulos (68). Sin embargo, en el sortilegio de su fascinación, el poeta toca referencias conocidas: los primeros padres, la manzana de la discordia y, sobre todo, el manejo de una palabra consolidada por la destreza y la sabiduría de los años: “Quisiera conquistar unos molinos / de manzanas inmortales / dando vuelta al paraíso / con un hechizo que conquiste / la caída y Eva me bese sin muerte, / princesa de las olas liberadas” (“El epitafio del sueño” 62). Otra coyuntura que presenta el poemario es la vida y muerte como repetición. Primero, cuando el poeta—absorto en vivir—no se percataba de tales pensamientos: “cuando / dejaba de olvidarme/ y las repeticiones no me carcomían” (“Encrucijadas patéticas” 26) y, más tarde, cuando empieza a notar una sucesión continua e imparable de rutinas a su alrededor: “Parece no haber de nuevo nada/ en los alientos repetidos,/ nacimientos, parábolas, eventos” (“Influencia” 46). A pesar del desaliento por las duplicaciones, Ambroggio escoge la ruptura de la repetición a través de la creación. En “Atardecer” origina imágenes de belleza impar con la pintura de una caída de sol irrepetible y que se hace más excepcional al descubrirse que el poeta no está viendo la escena sino reconstruyéndola desde añoranzas: “Sentí que solo un momento dura la tristeza mientras nos besen los recuerdos” (30). Hay, como en toda obra ambroggiana, el contrapunto...

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