La silva ‘El sueño’ de — Quevedo: génesis y revisiones

1986; Liverpool University Press; Volume: 63; Issue: 2 Linguagem: Espanhol

10.1080/1475382862000363111

ISSN

1469-3550

Autores

James O. Crosby, Lía Schwartz Lerner,

Tópico(s)

Spanish Literature and Culture Studies

Resumo

Click to increase image sizeClick to decrease image sizeBSS Subject Index: IMITATION OF MODELSQUEVEDO, FRANCISCO DE (1580–1645)STATIUS, PUBLIUS PAPINIUS (45?–96)TEXT/TEXTUALITY/INTERTEXTUALITY Notes 1. Se trata del poema ‘¿Con qué culpa tan grave’, publicado junto con sus variantes en la Obra poética de Quevedo, ed. de José Manuel Blecua (Madrid: Castalia, 1969-1971), t. I, 564, poema núm. 398. En la Poesía original de Quevedo, editada también por Blecua en un tomo sin variantes (Barcelona: Planeta, 1968), los poemas llevan la misma numeración. Para un estudio del género de la silva, sus antecedentes latinos y su adaptación en la poesía española, v. Mauricio Molho, ‘Soledades’, 43 y ss., en su libro Semántica y poética: Góngora y Quevedo (Barcelona: Crítica, 1977); el autor indica que también se publicó en el Bulletin Hispanique, LXII (1960). 2. Publius Papinius Statius, Silvae, ed. de A. Marastoni (Leipzig: B. Teubner, 1961), lib. V, poema iv. 3. Para una interpretación del Somnus de Estacio, v. Hugo Friedrich, ‘Über die Silvae des Statius (insbesondere V, 4, Somnus) und die Frage des literarischen Manierismus’, en Wort und Text, Festschrift für F. Schalk (Frankfurt a. M.: V. Klostermann, 1963), 34-36 y Paul Friedländer, ‘Statius: An den Schlaf ‘, en Studien zur antiken Literatur und Kunst (Berlin: De Gruyter, 1969), 354–65. 4. Gonzalo Sobejano, ‘La imaginación nocturna de Quevedo y su Himno a las estrellas’, en Quevedo in Perspective, editado por James Iffland (Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1982), 33–56. En la p. 47, Sobejano estudia la relación entre el himno y la silva, y entre la Silva y Estacio; señala ya así que ‘sólo diecisiete versos proceden del modelo’. También advierte juegos del texto quevedesco con otros de Virgilio (Eneida, IV, v. 522–32) y Petrarca, Canzoniere, números 50 y 216. Asimismo indica analogías con la Canción I de Fernando de Herrera (nota 19). Estando estas líneas en galeradas de imprenta, nos ha llegado la noticia de la publicación del valioso estudio de Eugenio Asensio, ‘Un Quevedo incógnito: Las Silvas’, en Edad de Oro (Madrid: Univ. Autónoma, 1982–3), II, 13–48; todavía no hemos visto el texto. 5. Art. cit., 52. 6. Art. cit., 52. Friedrich señala en su comentario a esta sección que de las cuatro imágenes míticas, una por lo menos es infrecuente en la poesía latina. En efecto, Paphiae (lampades) sólo aparece registrada en este poema. Recurrir a perífrasis mitológicas poco conocidas es, para Friedrich, una prueba del manierismo estético de Estacio. 7. ‘Tempus erat, iunctos cum iam soror ignea Phoebi/sensit equos penitusque cavam sub luce parata/ Oceani mugire domum, seseque vagantem/colligit et leviter motu fugat astra flagello’ (v. 271–74). 8. Art. cit., 53. 9. Friedrich, 51. Friedländer señaló que aquí Somnus aparece como joven (alado) por primera vez. En versiones anteriores del mito se le representaba como hombre adulto (art. cit., 361). 10. Entre varios ejemplos, v. el romance 436, ‘Hermosos ojos dormidos’, v. 37–38. 11. Para un paso intermedio de esta imagen, v. el soneto 559, v. 5–6: ‘Tan creído tuviste ser aurora/que amanecer quisiste con desvelo’. 12. V. una imagen semejante en el soneto 480, v. 5–6: ‘Cae del cielo la noche y al cuidado/presta engañosa paz el sueño frío’. 13. El verbo persuadir, que normalmente se construía con objeto directo de persona, debe entenderse en la acepción más amplia de ‘inclinar con eficacia las cosas que no son racionales’ (Aut., con ejemplo de La Dorotea, de Lope: ‘Tyrano violento de tiernas edades,/El bien persuades y el mal precipitas’). Aquí el verbo lleva objeto directo de. cosa, el sueño, y objeto indirecto de persona, a la gente. Para un ejemplo comparable, v. A. de Guevara, Menosprecio de corte (Madrid: Espasa-Calpe, 1928), 50: ‘Lo que siempre al Emperador mi señor y amo he persuadido …’. 14. V. Sobejano, art. cit., 14–15. 15. V. A. Ernout et A. Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine (Paris: C. Klincksieck, 1939), s.v. queror, de uso antiguo y clásico (no parece emplearse después del siglo I). No pasó a las lenguas romances para evitar probablemente la homonimia con quaero. 16. El manuscrito original de dicha antología permaneció inédito hasta 1896, cuando fue publicado con el título de Segunda parte de las flores de poetas ilustres de España, por Juan Quirós de los Ríos y Francisco Rodríguez Marín (Sevilla: E. Rasco), 426 pp.; la silva de Quevedo aparece en la p.222 (hay ejemplares de esta edición en la New York Public Library y en la Biblioteca de la Universidad de Illinois). La edición reproduce una copia ms. que Marcelino Menéndez Pelayo hizo sacar para sí del ms. original, que en aquel entonces pertenecía al Duque de Gor (Granada). 17. Obra poética de Quevedo, ed. de Blecua citada en la nota 1 anterior, t. I, 564, poema núm. 398. 18. Según Blecua, la variante ‘a mis ojos’ no aparece en los dos textos citados; sin embargo, se lee con toda claridad en la Segunda parte de las flores, cuya edición Blecua dice que ha consultado. En la misma edición de la Segunda parte se comprueba que este texto de la silva de Quevedo termina con el v. 35, particularidad que Blecua no consigna. Joseph G. Fucilla señala que el otro ms. citado no se distingue en absoluto del texto de la Segunda parte (‘Poesia espanhola’ [PMLA LVII (1942)], 370–403, reproducido en su libro Studies and Notes [Nápoles: Mezzogiorno, 1953], 195–201); para Blecua, dicho ms. termina tres versos antes de la versión de la Segunda parte. Hemos logrado consultar los textos originales que importan más a nuestro estudio, pero es imposible ponerse a editar de nuevo todo poema que interesa estudiar, y hoy en día no es siempre fácil consultar ciertos originales. Por otra parte, es ajeno a nuestro propósito identificar y comentar todos los errores de transcripción que hay en el cuerpo de variantes de la Obra poética (hay tres en los 35 versos de la versión de la referida Segunda parte). 19. Seguimos la transcripción de Henry Ettinghausen, ‘Un nuevo manuscrito autógrafo de Quevedo’, BRAE, LII (1972), 249. Esta es, a todas luces, superior a la de Blecua, como se ve por ejemplo en el referido título, donde Blecua lee ‘6a’ (cifra imposible según la numeración consecutiva de todas las silvas en el ms.), y también en otros seis errores de transcripción a lo largo del texto de Blecua. 20. Francisco de Quevedo Villegas, Las tres musas últimas castellanas, edición de Pedro Aldrete Quevedo y Villegas (Madrid: Imprenta Real, 1670). Este libro fue impreso dos veces en 1670, a partir de dos composiciones distintas, que a efectos bibliográficos se distinguen fácilmente por el número de páginas: 358 en algunos ejemplares, y 359 en los otros (hemos manejado los de Crosby, que ahora están en la Hispanic Society of America). Para Fernández-Guerra y Menéndez Pelayo, la edición de 359 pp. fue la primera (consignan algunas diferencias en los preliminares, entre ellas la falta de la lámina inicial del Parnaso en la ed. de 358 pp., pero no mencionan las diferencias textuales, ni aducen datos bibliográficos que indiquen claramente la filiación de las dos ediciones: v. su ed. de las Obras completas de Quevedo [Sevilla: E. Rasco, 1897], ‘Catálogo de algunas ediciones’, p. 454, núm. 117). Blecua reproduce textualmente los párrafos de los referidos críticos (Quevedo, Obra poética, ed. cit., I, p. 49), se pone de acuerdo con ellos, y afirma rotundamente que, ‘Abundan los ejemplares. Manejo uno de mi propiedad’. Lástima que ninguno de los tres críticos haya logrado explicar ni documentar la filiación de las dos ediciones. Mientras que esta pequeña cuestión bibliográfica siga sin resolverse, los lectores de la edición de Blecua no sabrán si en ella se lee el texto de la primera o la segunda edición de Las tres musas. 21. Las dos palabras iniciales de este título no se leen en la edición de Blecua porque no tendrían sentido en una edición en la que se ha deshecho lo que fue una serie íntegra de silvas que se hallaban entre los papeles del poeta que pasaron a su amigo y editor, Josef Antonio González de Salas, y de él al sobrino Pedro Aldrete Quevedo, quien los publicó en 1670 (v. Crosby, ‘La huella de González de Salas en la poesía de Quevedo editada por Aldrete’, Homenaje al profesor Rodríguez-Moñino [Madrid: Castalia, 1966], I, 111–23). 22. Carta de Quevedo a Juan de la Sal, Obispo de Bona, fechada el 17 de junio, 1624 (Epistolario completo de … Quevedo, ed. de Luis Astrana Marín [Madrid: Editorial Reus, 1946], carta lxxii, pp. 125–26).

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