Our Latin Thing
2023; University of Northern Colorado; Volume: 38; Issue: 2 Linguagem: Espanhol
10.1353/cnf.2023.a897592
ISSN2328-6962
Autores Tópico(s)Reformation and Early Modern Christianity
ResumoOur Latin Thing Iván Medina Castro Here he comes, he´s all dressed in blackPR shoes and a big straw hat…Velvet Underground A Ray Barreto, Eddie Palmieri, Richie Ray… Nos conocimos de la forma menos predecible, como nunca hubiera imaginado. Y es que jamás tomo el ascensor que lleva al Departamento de Letras, temo del movimiento vertical como gravedad cardiaca y, sin embargo, ese día subí de manera accidental cuando una estampida de boricuas con demandas de autodeterminación que entró al recinto universitario me arrolló hasta su interior. Fue allí, en pleno caos, donde vi a una niña trigueña entre dos puertas. En sus ojos no había nada más que color y en su boca la reverberación a modo del repicar del tambor de su nombre, Catalina la O. Nuestra inaugural cita fue en el nightclub Cheetah de la Broadway at 53rd Street, en la isla. Me puse en camino lleno de emoción, pero a la vez inquieto, pues cómo saber qué depararía Changó. Arribé con retraso al lugar y el espacio estaba saturado, esa noche habría un gran evento musical, el cantante: Héctor Lavoe, Bobby Cruz, Pete "Conde" Rodríguez y no sé quiénes más se presentarían en escena. La aglomeración ondeaba, inquieta cuando los cadeneros permitían el acceso a cuentagotas para después volvernos a dejar expectantes mientras esperábamos nuestro turno. Por un momento, plantado en medio de la multitud, me contagié del estado de ánimo, pero no por mucho tiempo, pues deseaba estar con Catalina la O. ¡Abran paso!, pensé gritar, como quizá así lo hubiera hecho el coronel Aureliano Buendía, pero no. Tras empujones, intenté abrir brecha para llegar lo más cerca posible al cadenero y sobornarlo para acceder con prontitud. Por suerte, la coima no fue necesaria, conocía al tipo de la entrada, un alumno de Letras Latinoamericanas. No había duda, Fortuna estaba de mi lado. Ahora sí, ya dentro, mientras trataba de localizar a mi jeva, uno de los vocalistas de la orquesta Fania All Stars, al parecer Cheo Feliciano, empezó a llamar a un tal Rubén en unión con el acompañamiento de las congas: "—¡Que suba Rubén para que baile!, ¡Que suba Rubén!" Siguió la descarga de las claves junto con los bongós, después, el coro vibró con su estribillo: "—¿En dónde está Rubén, en dónde está?, [End Page 189] ¿en dónde está Rubén, en dónde está?" Ante semejante preámbulo, la orquesta inició a tocar "Ahora vengo yo" de manera paulatina, hasta complejizar la sonoridad. Dada mi distracción ante tal ejecución magnífica de la flauta por Johnny Pacheco, sin saber cómo, me encontré en el centro de la pista rodeado de admirables mulatas: delgadas, de buen vestir, mirada esquiva y de falso reír que cogidas de las manos danzaban con frenesí al son de "Si la tierra tiembla", igual a una corografía pecaminosa a Babalao. Entre esas prostitutas estaba ella, fiel al monumento forjado en mi memoria, grandiosa por mis deseos a modo de una flor de los lindos campos. Catalina la O disolvió la rueda y de un grácil salto, limpio como el viento, se aproximó a mí. Fue tan cadenciosa y seductora en sus movimientos que la atmósfera en donde bailaba se quedó sin aire. —Bebé, eso se baila así. Su cuerpo entregado al mío cual planta trepadora se adhirió exudando sal y llena de olor a la patria lejana. —Ay, apurrúñame papá. Lo bueno ya viene. Sube la manita un poquito más arriba y luego…, la bajas despacito. Mientras bailábamos animados por las estrofas candentes de la pieza "Azúcar mami", a manera de un ciego seguía con el tacto los relieves curvos de su cuerpo hasta posar la mano sobre la tersura de sus nalgas. La sentí estremecerse e insistí, y cuando disponía a invadir el aire aroma a sándalo emanado de su boca de labios aspersores para besarla, ella se despojó del asedio...
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