Ang�lica y los jaguares
2023; University of Northern Colorado; Volume: 38; Issue: 2 Linguagem: Espanhol
10.1353/cnf.2023.a897607
ISSN2328-6962
Autores Tópico(s)Cultural and Social Studies in Latin America
ResumoAngélica y los jaguares Andrea A. Benavídez No era fácil llegar al taller que ofrecía Angélica…pero desde los 20 tengo una amiga que trabaja a tiempo completo de hadamadrinaTaty. Ella escribió el puente como solo ella sabe hacerlo. Angélica leyó mi mail y me dijo: bueno, dale, vení. Nos escribíamos por mail con la cercanía de haber sido siempre vecinas o enemigas. Ahora, tu voz Angélica, se ha vuelto muy potente en mis oídos. Angélica tenía más de setenta y tantos cuando la visitaba y yo veintiséis. Mi vida era un embrollo de tantas cosas y quería aprender a escribir mejor, pero además quería conocerla porque ella era un horizonte. Tomaba un colectivo que demoraba 14 horas en llegar a Rosario. Pasaba el día vagabundeando por las calles de la ciudad hasta el momento que nos tocaba entrar al taller. Nos esperaban con una alegría de festejos. Cuando el taller terminaba, volvía a la terminal y de regreso a mi sanjuanistán. Desorientada, aturdida, y escribiendo. El Goro era ese señor que había construido puentes y hecho medio Rosario. Era cercano, me preguntaba de todo, me decía qué podía o no comentar con ella. ¡Eso no le digas porque te va a echar a las patadas! Eso otro si, contále, que le va a encantar saber. Un anfitrión que me daba las claves de acceso, ese era el Goro, un marido alegre, un viejo adolescente entusiasmado. De la casa de adelante pasábamos a la que había atrás. Las dos eran pequeñas, ¿para qué más? No eran tiempos de fotos, ni de mostrar nada de la intimidad. Éramos un grupo de mujeres, escritoras, poetas, todas de Rosario. Ellas eran mucho más grandes que yo como de 40/50. Cuando la conocí me sentí anciana frente a su vitalidad, aprendí a rejuvenecer, ella me enseñó. En estos días estoy otra vez hecha un lío y lloroyleoylloroyescribo. Qué mierda es la muerte cuando llega, fuerte como un viento y golpea las ventanas. Tengo miedo y desesperación por ir hacia atrás. Recuerdos que no visitaba hace tanto tiempo…y ahora que te has ido Angélica han vuelto… Uno: para llegar a la casa de ella caminaba cientos de cuadras porque tenía todo el tiempo del mundo. En unos de los viajes, me di cuenta que no me había sacado esa pulsera de red que me agarraba la mano, que me había regalado ese malísimo amor y me la saqué, la tiré por un hueco de una casa vieja. Me liberé de mil años. Fui dejando en cada viaje cáscaras y machismos. Dos: Cuando tomábamos el café hablábamos de cosas para contar escenas delicadas… y la luz, y el tono y eso otro. A ver, nena, léelo otra vez, ponéle el punto ahí, no, no, más acá la coma. No, va mejor si no va con comas. No te hagas la joissa tampoco. No digas alteridades y esas mierdas académicas en mi presencia. Tres: La mujer de pelito coloradito puteaba todo el tiempo, era muy bestial escucharla a pesar de su torta de chocolate, de sus setenta y largos, del café, de los prodigios que podía cocinar o escribir. Angélica era esas mil cosas, actividad constante y lengua mordaz. Cuatro: El Goro [End Page 228] no iba a la casita de atrás, allá era solo para escribir y leer, la literatura. Era su refugio, el de ella que él le había construido, su lugar más alejado del mundo. Cinco: Aprendí secretos y un modo de vivirdecirescribir. Hacé lo que se te dé la gana con la estructura de los textos porque es tu mundo y sos libre para siempre ahí. Han pasado veinte años desde esas clases con Angélica. Me tendió puentes con Sonia Mattalía y Sonia me abrió más sendas, así la cadena de favores me encomendó a dioses de Borges más acá y...
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