Artigo Revisado por pares

La (novela) fantasma

2023; University of Northern Colorado; Volume: 38; Issue: 2 Linguagem: Espanhol

10.1353/cnf.2023.a897593

ISSN

2328-6962

Autores

Luisa Futoransky,

Tópico(s)

Latin American Literature Analysis

Resumo

La (novela) fantasma Luisa Futoransky 1 Los dibuks son almas que no habiendo encontrado reposo se mezclan a los negocios de la tierra sin dejar una zona intermedia del cielo. Un sinnúmero de ellos andan enredados en la vida de la gente. Tantos, aunque querrían, no pueden zarpar. Tampoco nosotros podemos deshacernos de ellos. Magno, maligno lío. Los hay que trabajan por cuenta propia, los que se meten en el cuerpo del recién nacido que les parece más indicado y los que les dan una mano a los ángeles a fin de que cumplan alguno de sus designios para con nosotros. En el relato del ciclo de reencarnaciones hay la tira de zancadillas, también de telas de araña; apenas fingís distraerte y babas del diablo ejecutan una trampa mayor no por sabida evitable y te ves de nuevo contra las cuerdas. El dibuk no oculta su satisfacción, hace una mueca, lanza chillidito de costado y parte. Dónde; nadie sabe. Me gustaría creer que nuestros íntimos con los que siempre hubiéramos podido ser un poco mejor, solo se quedan por aquí un tiempito corto después del cual se irán en serio a descansar aliviados, largo y tendido por alguna esfera mejor situada que ésta, fuera del sistema solar. Pero ahora nos queda aceptar de ellos una modesta, intempestiva palmadita en el hombro. Un discreto enderezar de timón. Revisar que no se oxide la caja de herramientas. La brújula rara vez miente. Cuestión práctica de extrema importancia: ¿Cómo reconocer si uno tiene la cama infestada de dibuks, vale decir de una retahíla de chinches, íncubos y súcubos? Si cuando uno se levanta, sus propios sueños lo hacen llorar, la respuesta es positiva. Que lo sepan: cada uno tiene que lidiar con el lote que en algún firmamento le fue adjudicado de dibuks, pesadillas, alimañas y bichos que existen; algunos prosperan solo en el mate, como las quimeras. No es recomendable meterse a indagar en azotea ajena. Tampoco someterse en forma incondicional. Las azoteas forasteras tienden a transformarse en jaurías. Antes de que haga estragos el viento huracanado calafatear con masilla y a conciencia las junturas. En algún momento el silbido pasa. Silencio. De repente, una noche de sosiego. [End Page 194] Siempre lo pensé: Los animales y la gente que no entraron en el Arca de Noé, seguro se quedaron en nuestro inconsciente, y muchos fueron absorbidos por los muros de las ciudades. No solo se esconden entre las grietas de las ruinas. Con unas paredes descascaradas les basta. A veces los dibuks —guilgul en el medio cabalístico referido a la reencarnación—, se desmaterializan, apenas una columna de vapor en un pasaje o cortada adoquinada, el aire tiembla y listo. Adoquinada, porque entre piedra y piedra alguna señal dejan, una que otra uña, un par de escamas, un canino, una lluvia de caspa sobre los hombros. A primera vista evaporados. Sigan de largo, por favor, uno pide sabiendo en el fondo que ellos ni caso. Para comprender un poco y atravesar sin excesivo riesgo el mundo dibuk hay que pasar umbrales, dinteles, fronteras y descender bastantes peldaños de escaleras caracol construidas con metales frágiles que cimbran con la tos, un quejido, un pasito en falso. Escaleras para ir dónde, a torres que están ahí desde el medioevo, asomarse a qué prados. Andá a saber. Mundos sellados bastante infranqueables. Ponerse escafandra tipo lunar por un rato sirve. El mundo dibuk no sabe qué es pudor y qué es recato. Mundo impío desconoce la modestia y la verdad aquí es puro prisma. Engañapichanga. O caleidoscopio. Se rige por otros alfabetos de escrituras que no sabemos descifrar cuyo nombre banal es "sexto sentido". En su descargo se atrincheran en que para adentrarse en nosotros vislumbran nuestro asentimiento, nuestra capacidad para la sumisión o la mezquindad y se pegan igual que los virus de cualquier brecha. Todo ese universo, digamos que "sobrenatural", nos observa. Anida y eclosiona en nuestras debilidades. Se burla de nuestra sanidad y santidad que siempre...

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