Baladas de los Mares del Norte (selección)
2024; University of Northern Colorado; Volume: 39; Issue: 2 Linguagem: Espanhol
10.1353/cnf.2024.a926005
ISSN2328-6962
Autores Tópico(s)Archaeological and Historical Studies
ResumoBaladas de los Mares del Norte (selección) Mariano Rolando Andrade JANIS Yo conocí a Janis, sí.Fue en Nueva York, o antes, bastante antes, en París quizás.No lo sé con certeza; hay cosas que uno no quiere recordar.Y además, las ciudades se parecen tanto. Sí estoy seguro de dos cosas: no fue en el Chelsea y no se llamaba Janis.Estaba sentada en la barra de un bar del Village,sola de madrugada pidiendo jacks con coca.Afuera, por la Sexta Avenida,desfilaban jaurías de taxis vacíos. No hablaba mucho, Janis.No le hacía falta.Tenía penas oscuras que no eran negraspero brillaban como si lo fuesen.Esoy una inquietante sonrisa de media luna. Yo conocí a Janis, sí.Fue en Nueva York, o después, un poco después, en Buenos Aires.Quién sabe; hay cosas que uno no quiere recordar.Y además, qué importan los lugares. Caminaba de madrugada por el empedrado de San TelmoY de repente se detuvo en una esquina y se quedó ahí.Buscaba o esperaba algo, vaya uno a saber qué. [End Page 182] Tan intensa y quieta que daba pavor.Ella, que en un segundo estallaba como una supernova. No hablaba mucho, Janis.O hablaba en una lengua indescifrable.Un idioma de uñas pintadas de negro recorriendo el vidrio.Una lengua de pies jugando con las patas de la banqueta.Nunca sabías qué estaba pensando."Cosas mías", decía, y callaba. Yo conocí a Janis, sí.Fue en Nueva York, o en París, o en Buenos Aires.Pudo haber sido en otra ciudad; hay cosas que uno no quiere recordar.Además, los lugares se confunden en la memoria. Manejaba como una condenada por una avenidaque se metía sin esperanza en el sur de una ciudad.Ahí donde la civilización cede al arrabal y se gesta el suburbio.Parecía una rockstar cansada de ser leyenda, Janis.La sonrisa de media luna, las uñas negras firmes en el volante. Había tomado cinco, seis, siete jacks con coca.No sé cómo hacía, tan menuda y tan exquisita.Escuchaba música y miraba de reojo el solasomando entre los escombros y los edificios desparejos.El pelo se le acomodaba sin artificios sobre los hombros.Los músculos se contraían en las piernas desnudas. El sur no tiene límites; me hubiese ido lejos con Janis.Pasamos estaciones de tren vacías y fábricas cerradas,puentes mutilados, largos paredones con grafitis.Recorrimos kilómetros ficticios planeando huidas. El viento de la mañana nos resbalaba por la frente.Y en un semáforo en rojo, después de mirarme y cerrar los ojos,ella, la que nunca hablaba o hablaba en otros idiomas,se puso a recordar en el alba inmaculada del suburbio. Habló de su primer trabajo, atendiendo en un locutorio de Constitución.Tenía 19 años, dijo, y acababa de terminar la secundaria.El negocio era del padre de una amiga, el barrio era filosoy ella una chica bien de Adrogué, una chica rebelde de Adrogué. [End Page 183] Los chicos nos querían, comentó, y pisó el acelerador.Al final de cada día, un rato antes de irnos,poníamos la música alta mientras limpiábamos el lugar.Los Stones, Janis, los Doors… Otras cosas también. Mientras la escuchaba, traté de imaginarla a esa edad,metida en un caos de cumbia y vendedores ambulantes,putas, vagabundos, laburantes, travestis,dealers, policías, colectiveros, pibitos solos. No sin cierta vanidad —porque ella también era vanidosa—,recordó entonces a un chico en particular,un chico que se cruzó una vez en el tren a Glew."Vos sos Janis, la del locutorio", le dijo él, y se le declaró. Yo conocí a Janis, sí.No importa demasiado en qué ciudad ni en qué circunstancias.Sí estoy seguro de dos cosas: no fue en el Chelsea y no se llamaba Janis.Pero lo entendí al chico aquel.Lo entendí perfectamente y lo envidié. [End Page 184] HOMBRE EN LA VENTANA Un d...
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