Why the Constitution matters
2010; Association of College and Research Libraries; Volume: 48; Issue: 03 Linguagem: Espanhol
10.5860/choice.48-1753
ISSN1943-5975
Autores Tópico(s)Legal and Constitutional Studies
ResumoREsEña BiBliogRáfiCa aquel número: hay que prestar mucha atención a la Constitución fuera de la Constitución para entender cómo funciona (y cómo podría cambiarse) el sistema jurídico norteamericano (pág.1).A eso dedica los tres capítulos en los que se estructura la obra, a los que añade en su parte final una breve y cuidada selección bibliográfica.La introducción que inicia el volumen, partiendo de la hipótesis comentada, reformula el título del libro: la pregunta a contestar en realidad, nos dice Tushnet, no es por qué importa la Norma, sino cómo importa, de qué forma se hace relevante.Y nos contestará: porque sirve para estructurar, a su vez, el elemento capital del sistema: la política, el contexto y proceso político, protagonizado por las asociaciones más importantes en las democracias actuales, las formaciones partidarias (págs.12 y 13).Así las cosas, aborda en el primer capítulo el reto auto-impuesto: ¿cómo influye la Constitución norteamericana?Tomando el ejemplo del principio de separación poderes -constitucionalizado en el Texto-el autor aporta algunas soluciones.Dirá que tal postulado no es lo que reside en la base de las preocupaciones del pueblo estadounidense, lo que de verdad es importante es conocer si estamos ante un gobierno unido o dividido.Esto a su vez vendrá determinado por los partidos políticos y sus estructuras territoriales, por su organización interna en definitiva, y sobre estas cuestiones nada dice la Norma.Habrá que buscar en otros lugares las evidentes conexiones entre Constitución y partidos, aunque las mismas no aparezcan en la literalidad de la redacción de la primera, extremo que el jurista cifra en tres: la propia estructura federal del país y los preceptos que la regulan; las diferentes Presidencias que se han sucedido, al objeto de conocer qué tipo de régimen se establece con cada una de ellas y cuáles han sido sus consecuencias; y, por último, la I Enmienda a la Norma de 1787, de la forma que la ha interpretado el Tribunal Supremo.Respecto a la primera expone que, por más que no se diga nada en aquélla explícitamente, la propia estructura federal del sistema conduce a que los partidos se organicen de forma multinivel, con diferentes soportes territoriales.En otros casos, sí es apreciable una decisiva influencia de aquélla en estos.Por ejemplo, cuando se estipula que los senadores sean elegidos en distritos uninominales, es decir, un solo escaño por circunscripción.En concreto, esto serviría de base para la consolidación del bipartidismo, constante imperecedera en los EEuu (pág.38).Sobre la segunda resalta que, aun siendo de menor relevancia que el factor anterior, tampoco deja de desplegar ciertos efectos.La XXII Enmienda establece que el mandato presidencial se fija en ocho años como máximo, sin opción de renovación.Pero dirá: las presidencias norteamericanas no son una mera ocupación temporal del poder ejecutivo, son auténticos «regímenes» que implican conexiones y consecuencias de mayor calado que los que propia norma constitucional previó (y podía prever).En concreto, y en el siglo xx, dominaron dos: el New Deal, patrocinado por Roosevelt, y la Revolución Conservadora de Reagan.De ahí que, apoyándose en las tesis del politólogo Stephen Skowronek, distinga tres tipos de Presidentes: reconstructive (los dos arriba citados, por ejemplo); affiliate (Truman o Bush Jr.); y preemptive (Eisenhower, Clinton).¿Cómo se conectan estas cuestiones con la Constitución y con los partidos políticos?De varias formas, defiende Tushnet.Los partidos norteamericanos han ido europeizándose cada
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